Uno para aprender a perder. El
señor de las Moscas. Nunca sentí tanta indignación con un libro. De una manera
brusca William Golding me hizo sentir vergüenza de ser humano: esos niños
confinados en una isla remota reviven punto por punto las mezquindades de la
civilización y de cualquier hombre o mujer. Mientras la leía, por momentos me
sentía como Piggy, por momentos como Ralph, por momentos como Jack, y caía en
la cuenta de que siempre, detrás de un ser bondadoso y bueno, acechan las más
inesperadas formas del miedo y la mezquindad.
Uno que asocie con la música que le gusta. Los monederos falsos. Leí a André Gide al ritmo del Rock & Roll de
los 90's. Los amo a ambos. Por aquellos días, apenas saliendo de la
adolescencia, ciertas bandas se escuchaban con un rigor casi religioso: Sonic Youth,
Nirvana, Pearl Jam, Temple of the Dog… lo típico: algo que te hiciera sentir
triste. Y cierta tarde, en un paseo sin rumbo entre los estantes de la
biblioteca, encontré esta joya…. Luego seguí leyendo a Gide y, sin negar el
impacto que me causaron sus Diarios, esta novela me marcó profundamente porque
sin duda, a pesar de haber sido escrita a principios del siglo, encarnaba perfectamente
el espíritu de la década.
Un libro que le regalaron y no le gustó. La elegancia del erizo... y sin embargo, en las últimas páginas,
lloré. La literatura francesa siempre tuvo un carácter elucubrativo y esta
novela de Aubrey Barbery da cuenta de ello, pero además da cuenta de la
proliferación de la literatura de autoayuda. Hay pasajes en los que uno siente
estar leyendo un manual ligth de filosofía, y en otros, un libro de Og Mandino
o Depak Chopra… Pero al final hay algo que se impone: en últimas es una novela
sobre lectores… y a veces es difícil no sentir simpatía por esos personajes tan
escasos.
Uno que lo haya asustado.
Stalingrado, de Antony Beevor. Su intensidad y realismo me mantuvo con el
corazón en la mano hasta el final. Básicamente adoro la literatura sobre la Segunda
Guerra Mundial, creo que es mi episodio histórico preferido, y eso ya es mucho
decir considerando la pasión que siento por el Medioevo y por la Grecia
Clásica. Beevor es una suerte de historiador rigurosísimo que escribe como un
novelista (lo cual lo aleja de algún modo de otro gran historiador de nuestros días como
Eric Hobsbawm). Y la descripción que hace de la Batalla de Staligrado, la
verdadera Madre de todas la Batallas, es soberbia. Llena de detalles pero sin
un solo asomo de sensacionalismo. Creo que nunca olvidaré la intensidad que alcanza
el relato cuando el Ejército Rojo decide retomar la colina de Mamaev Kurgan. Un
libro épico e inolvidable.
Uno que pueda salvar vidas:
Diálogos, de Séneca. Libro sobrio y pleno de sabiduría. Antes de la Autoyuda
existía la Filosofía. Leí este libro por una promoción de obras del pensamiento
que lanzó la editorial Atalaya-Planeta cuando estaba en los primeros meses de
la universidad, hace ya mucho tiempo. Sin exagerar puedo decir que es
probablemente el libro que más me ha influenciado en lo que va corrido de mi
vida (muy a pesar de las confesiones de San Agustín). Séneca fue un hombre poco
menos que despreciable: egoísta, ambicioso... Y lo sabía bien. En algún apartado del libro, consciente de las
críticas en su contra, dice que ‘uno puede haber visto la meta sin haber
llegado a ella…’ Esa es la historia de cualquier ser humano: perderse en sus
errores y contradicciones, consciente del camino para superarlos…