Tercera entrada dedicada a uno de los crimenes más célebres de la convulsionada vida política colombiana durante la primera mitad del siglo XX.
A principios de 1943, y gracias a las informaciones de los servicios e inteligencia norteamericanos, López Pumarejo denunció ante la prensa, y prohibió mediante decreto, las operaciones en el país de un grupo nazi-falangista integrado entre otros por Silvio Villegas y Guillermo León Valencia, ambos cercanos a Laureano Gómez. Unos meses después Mamatoco apareció apuñaleado en el Parque José Santos Chocano, de Bogotá, y se inicia entonces el contragolpe de los laureanistas.
Mamatoco era
sencillamente un ex-agente de policía que se había dedicado durante algún
tiempo al boxeo y que casi un año antes de su asesinato había comenzado a
publicar La Voz del Pueblo, un periódico semanal en el que con la ayuda de
Rafael Tamayo (el poeta Tamayo) se refería casi siempre, según el abogado Pedro Nel Rueda Uribe en su
libro El Proceso Mamatoco: "A la escasez e inservibilidad del vestuario, a
la pésima alimentación, a las demoras en los pagos, a los bajos sueldos, al no
reconocimiento de las primas, a la falta de atención médica, a los despidos injustos,
al trato abusivo y discriminatorio con los oficiales y agentes, y a otros
muchos motivos de la laya que el escribidor expresaba en notas y artículos
reclamatorios en el periódico."
Sin embargo,
Mamatoco no carecía de aspiraciones políticas: en 1941 (Lo anotan Silvia Galvis y Alberto Donadío en
Colombia Nazi) había participado en un conato de revuelta protagonizada por
suboficiales del Ejército en contra del gobierno de Eduardo Santos. Y fueron
justamente esas aspiraciones las que avalaron de alguna forma las sospechas de
la prensa: según la versión de El Siglo, Mamatoco fue asesinado porque planeaba
denunciar en una futura edición de su periódico algunas anomalías en el
gobierno de López. Una de las pruebas en que se apoyaban consistía en que los
autores materiales del crimen, los agentes Silva, Bohórquez y Cuellar, habían
reconocido que la orden de asesinar les había sido impartida por el Mayor Luís
Hernández Soler. Uno de ellos declaró además que por accidente había escuchado
decir a Hernández Soler en una junta secreta el mismo día del asesinato: ¡Hay
que matar...!
El
Siglo, aunque cubrió ampliamente el
escándalo hasta que terminó legalmente en 1945,
comprimía todo su veneno en las breves leyendas que aparecían en el
extremo superior derecho de su primera página. Un buen ejemplo es la leyenda
publicada el 4 de octubre de 1943: "A los asesinos de Mamatoco se los
llevó a consumar el crimen asegurándoles que así salvaban el régimen que a su
vez los salvaría de las sanciones de la justicia. Los autores materiales no pudieron
ser salvados, y el régimen se cae por empeñarse en proteger a los asesinos
intelectuales." Pero hasta esos acontecimientos le sirvieron a Gómez para sus ataques, de ello da cuenta el siguiente
título: "Por recordar a Mamatoco
la policía castiga a un joven que usa el verbo "Mamatoquear": fue
arrestado por policías que argumentaron irrespeto a la ley".
Las sospechas
en contra de López se acentuaron mucho más cuando el juez investigador del caso
presentó pruebas que implicaban a algunos liberales de alto rango en el
gobierno. Fueron arrestados un exsecretario de López, el jefe de la policía de Bogotá y un exdirector
de la Policía. Por último, el Mayor
Hernández Soler confesó haber planeado el asesinato.
El Siglo, en
un editorial titulado: ¡Asesinos, asesinos, asesinos! habló de López Pumarejo
como el líder de una banda de criminales. Uno días después acusó al Ministro de
Gobierno, Alberto Lleras Camargo, de haber bloqueado la investigación. Lleras
interpuso entonces una demanda contra Gómez, y cuando éste no respondió, ordenó
que lo apresaran por desacato. La reacción de los conservadores fue violenta:
manifestaciones tumultuosas secundadas por ataques desde El Siglo:
"Laureano Gómez en la cárcel. Los asesinos de Mamatoco en el Palacio
Presidencial". Gómez, cuya reclusión solo duró 72 horas, se autoproclamó
héroe y desde la cárcel pronunció una frase memorable: "Cuando los
asesinos, los ladrones y los mentirosos están en el gobierno, el único lugar
para mí en el país es la cárcel."
Pero la
actuación de Lleras en particular y del gobierno en general no fue al parecer
tan oscura como Gómez y El Siglo lo aseguraban. De ello dan cuenta las palabras
del Procurador General dela Nación registradas por Germán Espinosa en su libro
sobre el caso Handel Anatomía de un
traidor: "Debo declarar que en
ningún momento ni el Presidente de la
República ni el Ministro de Gobierno me preguntaron sobre el curso del proceso.
Yo les solicitaba las facilidades y las garantías que me pedía el funcionario
investigador, doctor Castro Monsalvo, y ellos resolvían sin demora mis peticiones".
Y el informe de la mayoría sobre el asesinato de Mamatoco, concluyó: "La conducta del Gobierno en
relación con el asesinato del señor Francisco A. Pérez, ha estado en todo
momento encaminada a rodear de garantías a la justicia ordinaria, facilitándole
todos los medios indispensables para el éxito de su labor y removiendo todo
obstáculo que pudiera entorpecerla."
La pregunta
¿Quién mató a Mamatoco? se hizo célebre, sin embargo, según el antilopista y
apoderado de la familia del boxeador, Pedro Nel Rueda Uribe: "Contra todas
las consejas y querellas que han circulado contra el presidente López Pumarejo
para hacerlo aparecer como vinculado al delito, es lo cierto que aparte de las
insinuado imprecisas y ladinas de Hernández Soler, en autos no apareció cargo
alguno de seriedad siquiera relativa en contra de él”.
La muerte de Mamatoco (I)
La muerte de Mamatoco (II)
La muerte de Mamatoco (I)
La muerte de Mamatoco (II)