domingo, 18 de diciembre de 2011

Taxi Driver de Michel Gondry

Un pequeño repaso a la Historia del Cine con unas cuantas películas 'suecadas'




A propósito del próximo estreno de Hugo, la última cinta de Martin Scorsese, que sea este un buen momento para recordar a Michel Gondry con sus películas suecadas, esas extrañas y divertidas declaraciones de amor al cine.

Son casi innumerables los tributos que el Cine le ha rendido al Cine mismo. Desde el Cine-Ojo de Dziga Vertov hasta Cinema Paradiso . Recientemente  vimos Super 8, de J.J. Abrams, habrá que ver además The Artist. Hugo, La última película de  Martin Scorsese promete ser también un homenaje espléndido al Séptimo Arte y a uno de sus figuras tutelares: George Melies. A propósito de ella, y como parte de la campaña de promoción, en los cines franceses y europeos se exhibe actualmente un tráiler filmado a la manera del que es a mi juicio uno de los más bellos cantos de amor a la cinematografía: Be kind rewind (Rebobine, por favor). Película  de 2008 protagonizada por Jack Black y Most Def y dirigida por Michel Gondry.

En Rebobine, por favor el par de encargados de una agónica tienda de alquiler de videos borran por accidente el contenido de todas las cintas y enfrentan un primer gran problema cuando una cliente llega para llevarse los Cazafantasmas. La solución que se les ocurre a Black y a Def es filmar nuevamente la película… y lo hacen a su manera, obviamente: con una vieja cámara de video y con los efectos especiales y las locaciones más improvisadas que se pueda imaginar… Léntamente van grabando toda la colección de la videotienda y cuando les preguntan por la bizarra calidad de las nuevas películas ellos responden que son  películas suecadas, es decir, son versiones filmadas en Suecia. Con los días las películas suecadas se convierten en un éxito entre los clientes y el par de encargados se dedican a filmar a su manera buena parte de la historia del cine…. El argumento es por supuesto absurdo, pero resulta fácil para el cinéfilo promedio sentirse identificado con esos personajes casi empalagosos pero simpáticos que tratan de mantener a fuerza de imaginación esa tradición de películas que alegraron la infancia de tantos de nosotros.
No es un tributo a las llamadas obras maestras del cine, sino a esas películas que aunque pudieran ser calificadas de menores por la crítica, hacen parte de los amores del gran público.



Así pues el tráiler protagonizado por Gondry es suecado, con todo lo que ello significa: imagen de dudosa calidad, pésima actuación, efectos visuales ridículos, pero en suma una delicia. Es una versión de Taxi Driver (también de Scorsese, claro).  Luego de Be kind rewind suecar películas se puso de moda en youtube donde se encuentran decenas de clasicos grabados de la manera más espontánea por gente de todo el mundo. Suecar se convirtió en una especie de fenómeno y no me extrañaría que a la larga fuera considerado un subgénero. Junto con Taxi Driver suecado esta semana seleccioné la versión suecada de otros tantos clásico: Jurasic Park; Batman, the dark nigthShining  y Terminator 2. Se trata de pequeñas dosis de absurdo, obviamente, pero no les falta humor. Son modestas celebraciones de ese cine, que en ocasiones, y parafraseando a Juan Diego Mejía, es mejor que la vida.

Taxi Driver, suecado. Protagonizado por Michel Gondry.



Jurasik Park, suecado. Uno de esos videos que te hacen pensar que en ocasiones lo únco que se necesita es tener una cámara.

Dark Knigth, suecado. Uno quisiera que durara un poco más.


The shining, suecado. ese Jack Torrance no tiene nada que envidiarle a Nicholson.


Terminator II, suecado. Como en buena parte de estas películas, la banda sonora es una delicia.



Por último, para quienes no han tenido la oprotrunidad de ver Por favor, rebobinar aquí esta el trailer:





miércoles, 14 de diciembre de 2011

3. Kurt Cobain

Grandma take me home, I want to be alone


Muy pocos de entre quienes vivieron el rock de los 90`s lograron resistirse al magnetismo de Kurt Cobain, ese glorioso miembro del llamado club de los 27

Kurt Cobain
Kurt Cobain
El furor por Nirvana me sorprendió en los primeros años de la adolescencia una tarde luego de algún concierto en el Carlos Vieco. No alcanzo a recordar si el grupo que estaba tocando era la Pestilencia. Tal vez sí, venían de Bogotá en todo caso, pero no sé. Muy cerca del escenario  se sacudían una infinidad de brazos y cabezas  con el pogo. Subí hasta el último lugar de las gradas, donde se hacía la gente misteriosa y con cara de interesante. Mi intensión  en realidad era  ponerme a salvo: aún no llegaba mi tiempo para participar en esas faenas. 

La canción terminó y el pogo se fue disolviendo lentamente, de él vi salir a Nico. Era la segunda vez que lo veía en varios años, desde que terminamos la primaria. Había regresado al país quince días antes. Le hice señas con la mano. Él subió  en dos zancadas y se sentó a mi lado. Chimba de pogo, dijo. La banda reinició el toque. Nosotros nos quedamos hablando, por eso éramos amigos: nos gustaba hablar. Me contó cosas de los toques en el sitio donde había vivido todo este tiempo. Eso allá es brutal viejo. Y los bares brutales. Yo me lo imaginé en esos sitios y envidié su suerte, pero ahora que lo pienso a él seguramente no lo habían dejado entrar a ningún bar, era casi un niño aún. Había vivido en Seattle. A mí, como creo que a mucha  gente, ese lugar no me decía nada y me parecía muy triste irse a vivir a los Estados Unidos a un sitio que no fuera Nueva York…. Antes de despedirnos esa tarde de 1990 sacó de su mochila un cassete y me lo entregó. Oiga esto y me cuenta, una chimba ¿Usté ha escuchado a The Pixies? Le dije que sí. Él mismo me había enviado una cinta. Estos manes son más chimbas que The Pixies. En la etiqueta del cassete Nico había escrito con marcador Nirvana, ese era el nombre del grupo y a mi me pareció un poquito cursi. El trabajo se llamaba  Bleach.

Llegué a mi casa y escuché el cassete. No me disgustó en absoluto, me recordó a los Ramones. Pero aunque  este era un sonido más crudo, Sliver, la canción que más me gustó,   era de tal dulzura que  parecía compuesta por los Beatles: mom and dad went to a show… Lo que más me impactó fue la fuerza del vocal, Kurt Cobain. Fue el principio de un gran amor musical (muy predecible y todo, pero un gran amor) Mucho tiempo después, algún día de 1994, luego de haber aprendido a idolatrar Incesticide, In Utero  y el Unplugged oí  que Cobain se había volado la cabeza con una escopeta… En principio me pareció de mal gusto: en ocasiones morir así es la peor forma de esnobismo...

sábado, 3 de diciembre de 2011

2. Francisco de Quevedo y Villegas

Soy un fue, y un será y un es cansado

Este es el segundo de una serie de pequeños ejercicios de retrato (escritos y dibujados). En esta oportunidad Quevedo, ese poeta apasionante y extraño.

Francisco de Quevedo y Villegas
Francisco de Quevedo y Villegas 

Me gustaba esculcar entre los libros viejos de mi padre. Él acostumbraba guardarlos en un baúl enorme asediado por el comején y las polillas. Lo mantenía herméticamente cerrado durante meses y solo lo abría para ubicar nuevamente las dosis de naftalina.  Mi hermano y yo aprovechábamos entonces la oportunidad para extraer las vísceras de esa especie de paquidermo. Abundaban los  Libros sobre política, economía y sindicalismo; áridos e insufribles todos ellos. También eran comunes, y de sobra más aceptables, los tratados de gramática y las historias de Colombia. Ese baúl siempre nos deparaba alguna sorpresa. Había libros extrañísimos por el  estilo de Las Ruinas de Palmira,  y una colección de obras de Vargas Vila que leí  por pura ociosidad.


Una tarde descubrí un volumen destartalado cuya tapa rezaba el siguiente título: Hechos y picardías de los hombres de letras. Jamás he podido recordar el  nombre del autor. Era un compendio de anécdotas  y curiosidades de escritores, muchos de ellos de Siglo de Oro español. Pequeñas historias entretenidas y contadas de la manera más colorida y amena. Ese libro fue mi primer contacto con Francisco de Quevedo, en quien se detenía constantemente para relatar sucesos casi inverosímiles y graciosísimos (muchos de ellos escatológicos)  que iban dibujando  a  Quevedo como un hombre pendenciero, osco, feísimo y cojo, pero al mismo tiempo singular y encantador. La historia que mejor se me quedó grabada es muy conocida y sin duda apócrifa: un amigo desafía a Quevedo a que le diga coja a la reina en su propia cara y el poeta, buscapleitos y atrevido  como siempre, se presenta ante ella con un clavel en una mano y una rosa en la otra,  y le dice de la manera más obsequiosa: entre un clavel y una rosa es coja, la reina es coja. Por aquella época ese chiste  me hizo mucha gracia.

Luego fui descubriendo lentamente al impertinente Quevedo, al conceptista eternamente en contienda con Góngora y los culteranos. Al conceptista de los sonetos de amor delicados y en apariencia tan ajenos al ogro que  siempre simuló ser don Francisco. Leí con avidez La vida del Buscón don Pablos pero, por una razón que desconozco, no recuerdo ahora una sola letra de ese libro. Sin embargo sé que me sacó varias risas. Me encontré  luego con el poeta de las sátiras y las letrillas; tengo muy clara eso sí la tarde en que leí la antología en la cual están estos versos: pelo fue aquí, en donde calavero, calva no sólo limpia, sino hidalga; háseme vuelto la cabeza nalga…

Por supuesto fue un gusto enorme encontrar también a don Francisco como uno de los personajes de la saga del Capitán Alatriste. Allí Arturo Pérez Reverte nos presenta al poeta como un espadachín consumado y hábil, siempre dispuesto para el duelo.

Al Quevedo que me más me gusta recordar es al de los poemas casi místicos y existencialistas. Al hombre siempre consciente del sinsentido de la vida y de su fugacidad, al filósofo huraño que siempre encontró refugio en la literatura. No sin pudor por estar repitiendo lo que es prácticamente un lugar común, transcribo algunos versos de aquel tan citado soneto, pleno de sabiduría: ayer se fue; mañana no ha llegado, hoy se está llendo sin parar un punto; soy un fue, y un será y un es cansado.

sábado, 26 de noviembre de 2011

1. Robert Walser

Qué hermoso es olvidar y ser olvidado


Este es el primero de una serie de  ejercicios de retrato (escritos y dibujados) de algunos personajes (imaginarios y reales) que he ido aprendiendo a querer  y que me han acompañado durante años.

robert walser
Robert Walser

Recuerdo bien la primera vez que tuve noticia de Robert Walser (1878-1956) mientras asistía a cierto curso somnífero de estética. El chorro de luz  compacta salía del proyector de filminas y la imagen se recortaba perfecta contra la pared oscura. En ella se veía a un hombre precedido de sus propias huellas y tendido boca arriba sobre la nieve, al lado de su sombrero.  Muy pronto el relato del profesor llamó mi atención: ese es el cadáver del escritor suizo Robert Walser, dijo. Walser salió a caminar una mañana, como acostumbraba, y en algún momento cayó, fulminado. Luego mencionó brevemente su obra, que influenció y causó la admiración de Franz Kafka. Y se refirió a su increíble humildad y a su disposición de vagabundo y de escritor  anónimo: creía que los verdaderos poetas depreciaban la gloria.  Eso me bastó para quedar profundamente cautivado.

No esperé a que terminara la clase: me fui directo a la biblioteca. Entonces solo encontré un libro de Walser que terminé de leer como   cuatro horas después. Su nombre era  Jakob von Guten, una extraña y entretenidísima  novela autobiográfica en la que parodiaba  un instituto en el que estudió para convertirse en sirviente, un lugar donde solo formaban ‘ceros a la izquierda’.

Robert Walser es acaso el creador más singular y apasionante, por lo menos del siglo XX. En un mundo obsesionado con el brillo y la fama, la austeridad y la sencillez  de su vida y de su obra le aportan un irresistible aura de carisma. Misteriosamente siempre buscó emplearse en trabajos manuales que no comprometieran su intelecto: botones, mayordomo, ayudante en alguna notaria, copista, etc. Aunque no prosperó en ninguno. Desde muy joven profesó una notable devoción por el alcohol, lo cual a la larga contribuiría a su pérdida de la razón.

Fue un hombre rigurosamente solitario. Nunca tuvo una esposa (aunque adoraba a las mujeres) y más allá de su hermano Franz Walser y de Carl Selling, su albacea y quien escribió un libro de sus conversaciones con él, parece que solo tuvo unos cuantos amigos. Tampoco tuvo posesiones y consideraba que su casa era su paraguas. Todos los libros que leyó fueron prestados.  Era una suerte de cínico del siglo veinte que se describía como “una entidad perdida y olvidada en la inmensidad de la vida”. Como los cínicos, adoraba caminar, ir de aquí para allá. Vivió en Berlín, en Zúrich, en Viena, en Múnich… No en vano otra de sus obras más célebres es El paseo.

Walser es uno de los padres del absurdo en el arte; sin él probablemente no habría existido Kafka y es uno de los grandes forjadores del antihéroe y de todos esos seres anónimos y sin rumbo tan típicos de la literatura de siglo XX. Hay que decirlo con la certeza de que él se hubiera sentido incómodo y hasta infeliz por el hecho de que ahora le atribuyamos semejantes paternidades. Su vocación era el olvido.

Tenía el hábito de escribir notas a las que no daba ninguna importancia en pequeños papeles. Escribía con lápiz y con una letra diminuta que solo se descifró al cabo de años.  Llamaba a esa forma de escritura ‘el Método del lápiz’.  Más de quinientas de esas anotaciones fueron publicadas con el nombre de Microgramas.

Murió en 1956 durante uno de sus paseos, cosa que, presumimos, le debió causar una profunda satisfacción. Para entonces llevaba  23 años de reclusión voluntaria en el manicomio de Herisau donde nunca escribió porque sostenía que había ido allí no para escribir sino para enloquecer.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Imágenes de colores y letras

Recuento (incompleto) de escritores y poetas pintores (I)

Las letras son el testimonio más feliz del parentesco entre la palabra escrita y la pintura. Hace mucho más de cinco mil años, cuando lo que conocemos como alfabeto no era más que esa serie de imágenes elementales a las que hoy llamamos ‘pictogramas’, nuestros antepasados representaban el mar con un dibujo que trataba de reproducir el movimiento de las olas   Al cabo de varios milenios, con la innovación de la letra tallada en tabletas de arcilla, ese dibujo se abrió camino en los alfabetos en Oriente, desde Sumeria hasta Fenicia, y llegó primero al griego y luego al latín para convertirse en la M con la que escribimos la palabra Mar y curiosamente también la palabra Madre.

Por lo demás, y haciendo a un lado la caligrafía, que goza de una reputación indiscutible, es un hecho  aceptado en el mundo de las artes que quien escribe dibuja: en últimas  ambos oficios usan la línea para reproducir y recrear la realidad. Para crear imágenes. La diferencia probablemente estriba en que con la escritura las imágenes se terminan de formar en la imaginación del lector, no en su retina.

La tradición literaria cuenta con un sinnúmero de escritores y poetas que encontraron en el dibujo y la pintura una extensión de su lenguaje: desde Dostoievski hasta Allen Gingsberg pasando por Kafka, Proust, Augusto Monterroso, Ernesto Hábato y Hector Rojas Herazo, solo por mencionar algunos. Una verdadera legión que nos recuerda que más allá de las técnicas el Arte es uno solo.



Víctor Hugo

Castillo
Para describir al gran novelista francés  se cita con frecuencia aquella frase de Jean Cocteau según la cual “Víctor Hugo era un loco que se creía Víctor Hugo”.  En efecto con él la palabra megalomanía cobró su justa dimensión. Italo Calvino lo consideró un dios  omnisapiente y todopoderoso  que manejaba hasta los hilos más secretos del alma de sus personajes. Lo recordamos además como dramaturgo, como poeta y por supuesto como el superlativo autor de Nuestra Señora de París (1831) y Los Miserables (1862).





Paisaje con castillo
Fue un hombre desmesurado cuyos intereses desbordaron su pasión profunda por la creación literaria. Su pensamiento político lo llevó de un lugar a otro sin ningún  recato: fue partidario de la monarquía y, sin embargo, defendió con vigor la República. Celebró  la Revolución pero respaldó  el gobierno que se opuso a los rebeldes. Salió exiliado de Francia luego del golpe de estado de Napoleón y a su regreso, casi dos décadas después fue elegido para la Asamblea Nacional y para el Senado.



Composición
Su incursión en el dibujo nos lo muestran como un dibujante hábil e inquieto: se adelantó por muchos años a esa experimentación  que iniciaría Whistler con las manchas y los planos de colores y que décadas después daría lugar a la pintura abstracta. Regaba la tinta sobre el papel solo para ver qué pasaba y mezclaba materiales esperando encontrar de esa forma el medio que lo ayudara a expresarse mejor. Su actitud, a mediados del siglo XIX, era ya la de los posteriores artistas de las vanguardias. Muy probablemente su paso por Inglaterra lo familiarizó con la obra, rica en atmósferas, de Turner. Y muy probablemente también en ocasiones, cuando dibujaba, pensaba en Fenhofer, aquel pintor genial y revolucionario protagonista de La obra Maestra desconocida, esa novelita asombrosa de Balzac. algunos de los temas que más interesaron a Victor Hugo fueron los típicos de romanticismo: paisajes de aspecto sobrenatural y castillos.




Fedor Dostoievski



Las imágenes de Dostoievski hacen parte del repertorio de pesadillas de un buen número de lectores. El carácter opresivo de novelas como Memorias del subsuelo, Crimen y castigo y los Hermanos Karamazov se queda en uno de una manera inexplicable. Sin embargo son historias apasionantes en las cuales  en algún momento se respira un aire de alivio.

La vida misma de Dostoievski fue en algunas épocas  similar a la de sus personajes. En 1849 fue condenado a muerte junto con algunos compañeros de cierto movimiento político. Fue llevado hasta el pelotón de fusilamiento y solo en el último momento le comunicaron que su pena había sido indultada. Pasó sin embargo cinco años de trabajos forzados en Omsk, Siberia, años durante los cuales padeció repetidos ataques de epilepsia…

En su juventud  trabajó como delineante en el departamento de Ingeniería de San Petersburgo. Ignoramos si existe alguna relación, pero luego adquirió la costumbre de dibujar en las márgenes de algunos de sus manuscritos: ejercicios de caligrafía, rostros de sus personajes, construcciones góticas… esas páginas tienen cierto aire de Leonardo.



Dante  Rossetti

Beata Beatriz.
Dante Gabriel Rossetti (1828-1882) fue muy a su manera uno de los grandes precursores  del simbolismo  y de los poetas malditos que hacia finales del siglo XIX iban a cautivar a Europa con su brillo oscuro. Movido sin duda por el influjo del romanticismo, se interesó por historia el arte y la poesía del la Edad Media. Su homónimo poeta florentino, Dante Alighieri, ejerció sobre él una fascinación que duró hasta la muerte y  tuvo ribetes casi místicos. Su joven esposa, Elizabeth Siddal,  una de las emblemáticas modelos de los pintores prerrafaelitas, murió por consumo de láudano (aunque algunos atribuyen su muerte a una complicación respiratoria luego de posar durante horas en una tina de agua fría como Ofelia para un cuadro de Jhon Everett Millais). Rossetti vio en ella de inmediato a la mismísima Beatrice  Portinari del Dante. La enterró con todos sus poemas inéditos y se dedicó a seguir idealizándola en sus pinturas. Esa mujer de cabello rojo encendido tan frecuente en la obra de Rossetti es Elizabeth Siddal.


La pia de Tolomei
Rossetti fue uno de los fundadores de La Hermandad Prerrafaelita, un grupo de pintores, poetas y críticos cansados de los vicios y las repeticiones que tenían viviendo al arte ingles una suerte de nuevo manierismo, ese estilo posterior a Rafael a Miguel Ángel y en general a los grandes pintores del renacimiento, y que repetía las ‘maneras' de esos viejos maestros. Los prerrafaelitas intentaron rescatar el vigor del gran arte del renacimiento, pero no copiándolo sino buscando también inspiración en sus motivos. Encontraron también en Shakespeare y en el secular  ciclo bretón del Rey Arturo una fuente para su obra.

Rossetti  se consideraba más poeta que pintor, sin embargo creía que, a diferencia de lo que ocurría con la poesía, para su época  a la pintura le faltaba mucho por decir.  En los últimos años de su vida se dejó persuadir de sus amigos y mandó a exhumar los poemas que había enterrado con su esposa. Murió en 1882 adicto al hidrato de cloroformo y eclipsado por el ataque de la crítica a aquellos poemas.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Versiones del Apocalipsis (I)

Theodore Géricult y los náufragos de la Medusa: horror en alta mar.

'La balsa de la Medusa', por Theodore géricault (1819)


Corría septiembre de 1816 cuando la restaurada Francia de los Borbones y los periódicos de toda Europa se estremecieron  con una noticia perturbadora: luego de trece días a la deriva habían rescatado por fin  a los sobrevivientes del naufragio de la  Medusa,  una moderna fragata real de la marina francesa que un mes antes había encallado en un banco de arena entre las Islas Canarias y Cabo Verde,  a unos sesenta kilómetros de las ardientes costas de Mauritania.

Los rescatistas a bordo del bergantín L’Argus encontraron en alta mar, casi por casualidad, una balsa precaria fabricada con los restos de la fragata. Encima de ella una escena escalofriante: colgando de improvisadas perchas y cables se balanceaban los girones de carne y los pedazos de cuerpos humanos aun sangrantes al lado de los cuales esperaban ansiosos, con los rostros desencajados,  los quince sobrevivientes brutalmente tostados por el sol y reducidos a los huesos.


A la deriva…


Todo comenzó el  17 de junio cuando la Medusa partió a  tomar posesión  de San Luis de Senegal,  colonia de África Occidental que Inglaterra había restituido a Francia. A bordo estaban el gobernador francés de la colonia con su familia, sus altos funcionarios, un grupo de científicos y  un batallón completo de infantería de marina. Estaba además la tripulación estimada en unas 160 personas. Al mando de la embarcación, un tal Hugues Duroy de Chaumereys, que había estado a punto de perder la cabeza con Napoleón por mantenerse fiel a Luis XVIII, actitud en virtud de la cual había recibido de la corona la dignidad de Capitán. Pero se trataba de un marinero prácticamente retirado del oficio.

Duroy de Chaumereys,  arrogante y torpe, desestimó  las recomendaciones de sus oficiales y tratando de apurar el viaje desvió el curso de la embarcación por casi un centenar de kilómetros. Pronto llegó la catástrofe. Luego de que La Medusa colisionara con el banco de arena, la tripulación respondió al pánico y el capitán ordenó evacuar la nave. Previsiblemente, los seis botes de salvamento se ocuparon de inmediato con el capitán, el gobernador y su familia, la mayoría de científicos y los altos oficiales. Las  personas restantes debieron apiñarse en  la balsa de aproximadamente  quince por ocho metros, construida  sin mayor esmero con las tablas, los pedazos del mástil, las cuerdas y las velas del barco.

El capitán había prometido que los botes salvavidas remolcarían  la balsa hasta la costa, pero solo dos horas después, sin explicación, se soltaron cuerdas que los unían y los 147 desgraciados, entre ellos una mujer, sumidos en el desespero y provistos de solo una caja de galletas, que se acabó el primer día, y unos cuantos barriles de vino, iniciaron un recorrido por el infierno que terminaría con la muerte para casi todos.




¡El horror, el horror!

La primera noche murieron veinte, ignoramos cómo: los asesinaron, se suicidaron resignados a su suerte  o sencillamente se los llevó el mar, que inundaba los bordes de esa embarcación de pesadilla. En los días siguientes la carnicería fue atroz: decenas de hombres amotinados, ebrios de vino y miedo, intentaron destruir la balsa a lo cual los pocos oficiales armados que iban a bordo respondieron con un ataque que dejó 65 muertos y un número indeterminado de heridos a quienes en los siguientes días, cuando ya los acechaba la locura o la muerte, se los llevó el mar o simplemente murieron de hambre.

Cuando el vino escaseaba, relató Henri Savigny, médico sobreviviente, las raciones debieron completarse con agua salada y orina. Al cabo de cuatro días se reportaron los primeros casos de canibalismo.  Savigny declaró a la prensa que al principio esa alternativa le resultaba atroz, pero entre más pasó el tiempo comprendieron que era la única posibilidad para seguir viviendo.Los pedazos de cuerpo y carne humana colgados que aterrorizaron a los rescatistas eran las raciones puestas a secar al sol.

Luego de rescatados, cinco de los quince famélicos sobrevivientes  no pudieron evitar comer más de la cuenta, considerando su delicadísima situación, y murieron de indigestión.

La historia contada por Géricault

Theodore Géricault, artista emblemático del Romanticismo, quiso pintar a sus 27 años un cuadro que lo consagrara en el Salón Oficial de 1819 y le ganara el reconocimiento de sus contemporáneos. Su procedimiento fue similar al de un reportero del siglo XX: quería relatar en su pintura hechos de la vida real, lejanos a las ensoñaciones históricas grandilocuentes y edulcoradas del Neoclasicismo, muy a su manera empezaba a allanar el camino de Courbet y probablemete no quería parecerse a David. Se entrevistó con los sobrevivientes y rastreó la prensa. Se mudó a un enorme estudio cercano a un hospital donde le permitieron hacer estudios de los cadáveres y de los enfermos agonizantes. De una manera vehemente  dibujó cientos de  bocetos  y mandó a construir una maqueta  a escala de la balsa.

Sin embargo fue el tiempo el que se encargó de atribuirle el estatus que se merecían tanto Gericault como su pintura.  ‘Esena de un naufragio’, nombre con el que fue presentada la obra al Salón, no fue comprada por Luis XVIII como esperaba el joven pintor, y esa apuesta suya por un arte monumental y grandioso no fue plenamente comprendida por el público que prefirió ver su notable carga política.

El naufragio de la fragata la Medusa fue uno de los grandes escándalos de la época en Europa por que evidenciaba el desprecio y el olvido al que la clase dirigente y aristocrática sometía al pueblo. La prensa de oposición francesa se ensañó con un gobierno que muy a regañadientes destituyó a 200 oficiales de marina y a un ministro tratando de resarcir su imagen ante la opinión pública del continente entero.

Los Salones Oficiales eran eventos artísticos organizados en gran medida para favorecer el nombre de la Corona, por lo cual  resulta curioso que solo dos años después Gericault, en un gesto  a primera vista ingenuo  participara con aquella obra. Pero la decisión tal vez no fuera casual. Como el cobarde Capitán de la Medusa, recientemente el artista había  huido de una gran responsabilidad que la vida puso en su camino: el  romance clandestino con la esposa de su tio materna había dado como resultado un hijo que la familia entregó en adopción apresuradamente para evitar la deshorna, la madre fue enviada lejos.

Gericault asumió la creación de su obra maestra como una suerte de apostolado, como la purga de un hombre que había fracasado esencialmente en la vida. Trabajó durante casi dos años, sin descanso. Al finalizar intentó suicidarse y murió en 1824 como consecuencia de las graves heridas  que le produjo una caída mientras montaba a caballo.


Nuestra historia, una balsa de la Medusa
La balsa de la Medusa
De niño vi por primera vez una reproducción de la balsa de la Medusa en cierta enciclopedia y desde entonces sentí una enorme fascinación por la gran energía y la tensión contenidas en esa pintura abrumadora. Con el tiempo pensé que la historia de todos esos hombres desgraciados era similar a la historia de los pueblos latinoamericanos: dejados al garete por sus gobernantes y avocados a matarse entre sí para sobrevivir. Hace unos años intenté un collage de casi cuatro metros de ancho con cartones y viejos tablones usados anteriormente como techos y paredes para reproducir un mapa de Colombia que parecía transformarse el aquella balsa pintada por Géricault. El resultado no fue del todo deplorable, pero quedó lejos de parecerse a lo que  esperaba. Sin embargo, como ocurre con frecuencia, al final terminé sintiendo gran simpatía por  este, el primer boceto de la obra.

domingo, 30 de octubre de 2011

Secuencias de Stephen King

Stephen King
Stephen King

A propósito del 31 de octubre, algunas secuencias favoritas de películas inspiradas en relatos del gran maestro del suspenso Stephen King, ese escritor a quien en un momento ya remoto de la adolescencia  algunos quisimos parecernos.


Misery (1990)

"Misery" fue la segunda película que Rob Reiner dirigió tomando como punto de partida una historia de Stephen King. Recuerdo nunca haberla visto sin cierta indiganción causada especialmente por la tremenda actuación de Kathy Bates:  se trata de la historia de Paul Sheldon (James Caan), un escritor exitoso que sufre un accidente. Para su infortunio, a su auxilio acude Anne Wilkes, una fanática lectora que en principio se muestra como una abnegada enfermera ansiona por ayudarlo, pero que lentamente se revela como una suerte de psicópata posesiva que no lo dejará ir nunca. El ambiente de la película es opresivo y claustrofóbico y el espectador comienza a sentir lentamente ansiedad y rabia en contra de esa mujer caprichosa y sin escrúpulos. Kathy Bates ganó un Oscar por la actuación y Anne es recordada hoy como una de las grandes villanas de la historia del cine, muy cerca de bichos como Norman Bates y Jason Bores.


Hay una secuencia en particular que esta registrada en el acervo visual del  cinéfilo promedio: luego de meses de recuperación, Paul esta apunto de dar con un plan para huir de la casa de esa mujer odiosa, sus piernas están casi sanas. Justo entonces ella descubre sus intenciones y, amarrado a la cama como lo mantiene, encuentra una solución brutal para evitar la huida… Lo más aterrador sin duda es la resplandeciente expresión de placer erótico que le ilumina el rostro  luego de destrozar los pies de Paul con una almádana… (una expresión muy similar a la del personaje de Takasshi Mike en la célebre y macabra secuencia  de los pies en Audición).




La Cosa ( It,1990)

La novela de Stephen King es de una violencia implacable y de una considerable carga sexual, pero la serie para televisión, que dura algo más de tres horas, esta bien pensada para un público infantil y resulta razonablen¡mente aseptica. La cosa es una fuerza maligna encarnada en un payaso llamado Pennywise que siembra el terror en cierto pueblo apacible hasta que un grupo de adolescentes decide hacerle frente

También aquí esta esa exploración de la amistad que tanto entusiasma a King y es eso lo que le da el sabor especial a la cacería implacable de ese payaso aterrador. Una de las secuencias más memorables ocurre cuando los niños creen encontrar a Pennywise en las páginas de un viejo álbum de fotografías del pueblo. De repente, el album parece cobrar vida y en una de las fotografías se ve aproximarse a una figurita que crece hasta ser el payaso. Se escucha una música de circo casi escalofriante y Pennywise, apunto de salir del álbum, les promete a los aterrados niños matarlos a todos. 



Cementerio Viviente ( Pet Samentary, 1989)

Esta es sencillamente una de las películas de terror que más impacto me causó en la adolescencia: una familia se muda a una casa a uno de cuyos lados hay un cementerio de mascotas. Al otro, una enorme carretera transitada por pesados camiones de carga. Un día de primavera, mientras todos son felices sentados en la pradera, el bebe camina lentamente hacia la carretera tras la cometa que dejó escapar. A lo lejos se acerca una camión…

Mary Lamber es la directora de esta cinta cuya corrección política es inferior a lo que se espera. Gage termina por convertirse en un bebe macabro y sanguinario que regresa del más allá y al cual deben matar una y otra vez sin éxito. Tal violencia contra una figura infantil (así este muerta) resulta inusitada en un cine que ha pactado siempre excluir a los niños de cualquier representación violenta.

Pero por más secuencias macabras que nos depare Cementerio viviente, es la muerte de Gage, el hemoso niñito de cabello dorado, la más espeluznante.





Cuenta conmigo (Stand by me, 1986)

El relato en el que está inspirada la película se llama El Cadaver, y  es muy diferente a la narrativa tradicional de King.  Ante todo no se trata de una historia de suspenso y la película, a cargo de Rob Reiner, se toma muchas libertades: cuantro amigos abandonan su pueblo para buscar el cadaver de un niño desaparecido de quien se sospecha fue arroyado por el tren. El viaje, lleno de pequeñas y simpáticas aventuras, significa para ellos el fin de la inocencia y el momento de mayor esplendor se su amistad. Cada personaje esta asediado por los típicos fantasmas interiores de un adolescente: el rechazo de los demás, la relación con sus padres, la sombra de algún vicio, en fin.


Ignoro cuántas veces habré visto la película pero en todas me causó una alegría enorme y logró devolverme con emoción a mi propia infancia. Creo que siempre voy a llevar conmigo el sobresalto y la ansiedad que sentí la primera vez con aquella secuencia del tren, que comienza con una canción de Budy Holly,  cuando ellos van cruzando apasiblemente el puente y de un momento a otro ven a  la descomunal máquina acercarse.






El Resplandor (Shining, 1980)

De la infancia recuerdo dos películas dirigidas por Stanley Kubric que me produjeron tal desconcierto que por entonces pensé en no repetirlas nunca. La primera fue La Naranja Mecánica, que de hecho  solo he repetido a pedacitos y sin mayor convicción. La segunda, El Resplandor, basada en una novela homónima de King. No resulta fácil encontrar una cinta más esquizofrénica. Ese aspirante a escritor, Jack Torrance, víctima de una suerte de embrujo es como la encarnación de una pesadilla. Y el niño, con su 'resplandor' y diciendo una y otra vez 'redrum', son capaces de espantar a cualquiera. Si a ellos les sumamos la bizarra sucesión de fantasmas en ese enorme hotel de miedo, las puertas que se abren para dar lugar a los profusos ríos de sangre, los cuchillos y las hachas...

La secuencia en la cual Nicholson destrosa la puerta a hachazos y se asoma para decir 'here's Jhonny' será perturbadora siempre, pero recuerdo que la primera vez que vi la película me sentí impresionado por la astucia de Danny cuando en los últimos minutos del filme huye de Jack por los vericuetos de ese laberinto de pinos y nieve. Es una secuencia trepidante capaz de dejar al espectador tan helado como a Nicholson, cuya mirada final a la cámara es de las más pavorosas de la historia del cine.




Personajes reales convertidos en Literatura



La literatura se nutre siempre de la realidad. Aquí cinco ejemplos de  obras y personajes que vivieron primero en la imaginación desbordada del mundo real para luego convertirse en obras literarias.


Sherlock Holmes

En su juventud, mientras estudiaba medicina, Arthur Conan Doyle  conoció al doctor Joseph Bell, quien llamó poderosamente su atención porque estaba dotado de una capacidad de observación  extraordinaria: luego de mirar por un instante a una persona era capaz de deducir pormenores  de su vida.

En una ocasión, a finales del siglo IXX, Bell descubrió el asesinato de una mujer cuyo esposo quería hacer pasar la muerte como un accidente doméstico. Una de tantas noches  el hombre había dado a beber a su mujer un vaso de zumo de limón al cual había agregado una buena porción de opio sólido. Un tiempo antes la mujer, en un giro narrativo ya demasiado recurrente hoy en día, había firmado una póliza de seguros contra muerte accidental. Al día siguiente el hombre generó un escape de gas en el cuarto de su señora para simular que esa era la causa de la muerte.

El doctor Joseph Bell encontró un pequeño rastro de saliva en la almohada de la mujer y con esa pista pudo desenmascarar al asesino. Además de servir como inspiración para las cuatro novelas y los más de cincuenta relatos protagonizados por Sherlock Holmes, dio lugar a una serie de la BBC llamada Los misterios del auténtico Sherlock Holmes ( Murder Rooms: The Dark Beginnings of Sherlock Holmes) transmitida en el año 2002.
Tarzán de los Monos.

Tarzan de los monos

A los once años de edad, y mientras navegaba con su familia por las costas de África Septentrional, William Milding desapareció luego de que su barco naufragara. Sin embargo, sobrevivió y los siguientes quince años los vivió de una manera singular: fue adoptado por una familia de simios. La historia, que inspiró a Edgar Rice Burroughs para crear a Tarzán, ocurrió en el siglo XIX. Al parecer cuando Milding fue rescatado luego de tantos años, estaba tan habituado a la vida de la selva que nunca logró adaptarse de nuevo a la sociedad.

Robinson Crusoe

Otro hombre abandonado a su suerte en un lugar probablemente igual de salvaje que las costas de África fue el marinero escocés Alexander  Selkirk, contramaestre de un barco llamado Five Ports, a principios del siglo XVIII. Selkirk algún día se atrevió a protestar por las malas condiciones en las que se encontraba el barco. El Capitán decidió no pasar por alto la protesta, que calificó de indisciplina, y dio al contramaestre un castigo usual para los marineros de esa época: lo dejó a su suerte en una isla desierta con una cantidad de víveres suficiente para que sobreviviera mientras se adaptaba. Para entonces la isla, ubicada en el Pacífico, se llamaba Juan Fernández. Hoy en día, bajo la soberanía de Chile, se llama Robinson Crusoe, que es el nombre de la novela que tanto ella como su célebre náufrago inspiraron en  uno de los autores más célebres de la época: el inglés Daniel Defoe.

Al parecer Alexander Selkirk logró, luego de cinco años de vivir en la isla, que un barco viera las señales de humo que pacientemente se había encargado de hacer durante todo ese tiempo. Y fue rescatado.

Defoe también tuvo en cuenta para su novela la historia, muy similar, de Pedro Serrano, marinero español.

La Dama de las Camelias

Una de las piezas más recordadas en la historia de la ópera es la Traviata, de Giuseppe Verdi. La obra es una adaptación de un libro también célebre: La Dama de las Camelias de Alejandro Dumas, hijo. En esta novela Dumas  nos cuenta la historia de la cortesana Margarite Gautier y sus infortunados amores con armando Duval, un joven de la alta sociedad.
Margarita Gautier, la Dama de las Camelias, estuvo inspirada en Marie Duplessis, una prostituta célebre en el París del siglo XIX debido a que se coló en la alta sociedad y logró que sus amantes, una serie de aristócratas, la mantuvieran. El símbolo de esta mujer era una camelia, de allí la novela y su nombre.


Madame Bovary

Otro personaje literario cuya vida también rayó en la prostitución fue Emma Bovary, la célebre madame Bovary. Lo más curioso de la novela es que a mediados del siglo XIX, cuando fue publicada, ocasionó tal controversia y fue tantas veces acusada de obscenidad, y por lo tanto censurada, que cuando le preguntaron a Flaubert en quién se había basado para escribir el libro contestó sin vacilar: Madame Bovary soy yo... Pero lo cierto es a sus oídos había llegado la historia de una tal Dephine Delamaire, hija de un terrateniente francés y  quien se casó con cierto médico. Delamaire llevó una vida llena de lujos y de caprichos… y de amantes también. La mujer, probablemente desesperada por su vida disoluta,  se comió algún díaun puñado de arsénico y se convirtió en el modelo sobre el cual está escrita una de las novelas más importantes de la historia de la literatura.