Las letras son el testimonio más feliz del parentesco
entre la palabra escrita y la pintura. Hace mucho más de cinco mil años, cuando
lo que conocemos como alfabeto no era más que esa serie de imágenes elementales
a las que hoy llamamos ‘pictogramas’, nuestros antepasados representaban el mar
con un dibujo que trataba de reproducir el movimiento de las olas Al cabo
de varios milenios, con la innovación de la letra tallada en tabletas de
arcilla, ese dibujo se abrió camino en los alfabetos en Oriente, desde Sumeria
hasta Fenicia, y llegó primero al griego y luego al latín para convertirse en la M con la que
escribimos la palabra Mar y curiosamente también la palabra Madre.
Por lo demás, y haciendo a un
lado la caligrafía, que goza de una reputación indiscutible, es un hecho aceptado en el mundo de las artes que quien
escribe dibuja: en últimas ambos oficios
usan la línea para reproducir y recrear la realidad. Para crear imágenes. La
diferencia probablemente estriba en que con la escritura las imágenes se
terminan de formar en la imaginación del lector, no en su retina.
La tradición literaria cuenta con
un sinnúmero de escritores y poetas que encontraron en el dibujo y la pintura
una extensión de su lenguaje: desde Dostoievski hasta Allen Gingsberg pasando
por Kafka, Proust, Augusto Monterroso, Ernesto Hábato y Hector Rojas Herazo,
solo por mencionar algunos. Una verdadera legión que nos recuerda que más allá
de las técnicas el Arte es uno solo.
Víctor Hugo
Castillo |
Para describir al gran novelista francés
se cita con frecuencia aquella frase de
Jean Cocteau según la cual “Víctor Hugo era un loco que se creía Víctor Hugo”. En efecto con él la palabra megalomanía cobró
su justa dimensión. Italo Calvino lo consideró un dios omnisapiente y todopoderoso que manejaba hasta los hilos más secretos del
alma de sus personajes. Lo recordamos además como dramaturgo, como poeta y por
supuesto como el superlativo autor de Nuestra Señora de París (1831) y Los
Miserables (1862).
Paisaje con castillo |
Fue un hombre desmesurado cuyos
intereses desbordaron su pasión profunda por la creación literaria. Su
pensamiento político lo llevó de un lugar a otro sin ningún recato: fue partidario de la monarquía y, sin
embargo, defendió con vigor la República. Celebró la Revolución pero respaldó el gobierno que se opuso a los rebeldes. Salió
exiliado de Francia luego del golpe de estado de Napoleón y a su regreso, casi
dos décadas después fue elegido para la Asamblea Nacional y para el Senado.
Composición |
Su incursión en el dibujo nos lo
muestran como un dibujante hábil e inquieto: se adelantó por muchos años a esa
experimentación que iniciaría Whistler
con las manchas y los planos de colores y que décadas después daría lugar a la
pintura abstracta. Regaba la tinta sobre el papel solo para ver qué pasaba y
mezclaba materiales esperando encontrar de esa forma el medio que lo ayudara a
expresarse mejor. Su actitud, a mediados del siglo XIX, era ya la de los posteriores
artistas de las vanguardias. Muy probablemente su paso por Inglaterra lo
familiarizó con la obra, rica en atmósferas, de Turner. Y muy probablemente también
en ocasiones, cuando dibujaba, pensaba en Fenhofer, aquel pintor genial y
revolucionario protagonista de La obra Maestra desconocida, esa novelita
asombrosa de Balzac. algunos de los temas que más interesaron a Victor Hugo fueron los típicos de romanticismo: paisajes de aspecto sobrenatural y castillos.
Fedor Dostoievski
Las imágenes de Dostoievski hacen parte del repertorio de pesadillas de un buen número de lectores. El carácter opresivo de novelas como Memorias del subsuelo, Crimen y castigo y los Hermanos Karamazov se queda en uno de una manera inexplicable. Sin embargo son historias apasionantes en las cuales en algún momento se respira un aire de alivio.
La vida misma de Dostoievski fue en algunas épocas similar a la de sus personajes. En 1849 fue condenado a muerte junto con algunos compañeros de cierto movimiento político. Fue llevado hasta el pelotón de fusilamiento y solo en el último momento le comunicaron que su pena había sido indultada. Pasó sin embargo cinco años de trabajos forzados en Omsk, Siberia, años durante los cuales padeció repetidos ataques de epilepsia…
En su juventud trabajó como delineante en el departamento de Ingeniería de San Petersburgo. Ignoramos si existe alguna relación, pero luego adquirió la costumbre de dibujar en las márgenes de algunos de sus manuscritos: ejercicios de caligrafía, rostros de sus personajes, construcciones góticas… esas páginas tienen cierto aire de Leonardo.
Dante Rossetti
Beata Beatriz. |
Dante Gabriel Rossetti
(1828-1882) fue muy a su manera uno de los grandes precursores del simbolismo
y de los poetas malditos que hacia finales del siglo XIX iban a cautivar
a Europa con su brillo oscuro. Movido sin duda por el influjo del romanticismo,
se interesó por historia el arte y la poesía del la Edad Media. Su homónimo
poeta florentino, Dante Alighieri, ejerció sobre él una fascinación que duró
hasta la muerte y tuvo ribetes casi místicos. Su joven esposa, Elizabeth Siddal,
una de las emblemáticas modelos de los
pintores prerrafaelitas, murió por consumo de láudano (aunque algunos atribuyen
su muerte a una complicación respiratoria luego de posar durante horas en una
tina de agua fría como Ofelia para un cuadro de Jhon Everett Millais). Rossetti
vio en ella de inmediato a la mismísima Beatrice Portinari del Dante. La enterró con todos sus
poemas inéditos y se dedicó a seguir idealizándola en sus pinturas. Esa mujer
de cabello rojo encendido tan frecuente en la obra de Rossetti es Elizabeth Siddal.
La pia de Tolomei |
Rossetti fue uno de los
fundadores de La Hermandad Prerrafaelita, un grupo de pintores, poetas y
críticos cansados de los vicios y las repeticiones que tenían viviendo al arte
ingles una suerte de nuevo manierismo, ese estilo posterior a Rafael a Miguel
Ángel y en general a los grandes pintores del renacimiento, y que repetía las ‘maneras' de esos viejos maestros. Los prerrafaelitas
intentaron rescatar el vigor del gran arte del renacimiento, pero no copiándolo
sino buscando también inspiración en sus motivos. Encontraron también en Shakespeare y en el secular
ciclo bretón del Rey Arturo una fuente para su obra.
Rossetti se consideraba más poeta que pintor, sin
embargo creía que, a diferencia de lo que ocurría con la poesía, para su época a la pintura le faltaba mucho por decir. En los últimos años de su vida se dejó
persuadir de sus amigos y mandó a exhumar los poemas que había enterrado con su
esposa. Murió en 1882 adicto al hidrato de cloroformo y eclipsado por el ataque
de la crítica a aquellos poemas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario