Tal vez la principal particularidad
de Insidious es que, a diferencia de la
mayoría de películas de terror en nuestros días, por momentos verdaderamente
asusta. James Wan, responsable de la primera entrega de Saw, un hito del género,
regresa luego de Doggie Heaven, un trabajo nada memorable, con esta suerte de
carnaval macabro poblado de fantasmas pálidos y
demonios estrambóticos. La cinta fue recibida con gran entusiasmo por
algunos, que la ven como un gran aporte al género, pero de la misma forma ha
sido despreciada y ridiculizada por otros, que la tachan de extravagancia torpe
e inaceptable.
Incidious es la típica historia
de la familia que se muda a una antigua casa que, como es obvio, parece estar
bajo el influjo de seres malignos. Un día uno de los pequeños hijos sufre un
accidente y entra en estado de coma
profundo. Desde entonces la vida de la familia se transforma: extrañas manchas
de sangre aparecen como acechando al niño, se oyen voces y aparecen fantasmas
blancos, como empolvados con harina. Wan ha declarado que su intención era
filmar una versión contemporánea de Poltergeist, aquel blockbuster que
aterrorizó a los adolescentes de los 80’
y que es, por decirlo de alguna forma, la obra cumbre del subgénero de las
casas embrujadas. Pero al ver la película, a la mente del espectador llegan
además fácilmente recuerdos de trabajos recientes como Paranormal Activity, Los otros, El Orfanato y El Laberinto del
Fauno, dejando claro, por cierto, la preeminencia que el cine fantástico y de
horror español ha alcanzado en el panorama cinematográfico mundial. Otra
influencia notable, especialmente por la estética de las apariciones y los
fantasmas, es la del gran director italiano Mario Bava.
Los recursos de los cuales se
vale Insidious para hacernos brincar de los asientos en más de una ocasión,
aunque bien utilizados, no tienen mucho de novedoso: cada aparición
fantasmagórica está precedida del silencio y la calma y acompañada por algún
estruendoso efecto sonoro. En algunas ocasiones, de hecho, uno ya sabe con
certeza que se aproxima un sobresalto: a una secuencia que comienza con una
gran alarma la sigue el sosiego, y cuando el espectador ya está desprevenido y
la tranquilidad parece reinar ¡De nuevo el terror! Es una fórmula, pero en este
caso utilizada de una manera provechosa.
Algunos críticos han lamentado lo
que ellos llaman lugares comunes, y es necesario recordar que el cine de género,
sin importar cuál sea, vive precisamente de repetir una y otra vez sus propios
tópicos, eso es lo que lo hace pertenecer a un género determinado. La
diferencia se encuentra en la gracia y la novedad con la que se aborde ese
tópico. Aquí nos encontramos por supuesto con una médium, excéntrica y en su
primera aparición tan aterradora como los mismos fantasmas; nos encontramos con
sus asistentes, torpes pero encantadores; nos encontramos por último con un
pull de fantasmas cortados con la misma tijera de infinidad de películas: un
niño juguetón, una joven misteriosa, un hombre aterrador… en fin…
Pero el elemento verdaderamente
polémico de la historia aparece con una especie de demonio que incursiona hacia
la mitad de la cinta. Incluso hay quienes hablan de dos películas diferentes:
la de los fantasmas normales y la del demonio (misteriosamente parecido al
Darth Maul de la Guerra de las Galaxias) Esa presencia le atribuye a la película un carácter casi estrambótico
y onírico. Es una ruptura con la tensión
creada por las atmósferas fantasmagóricas y una apuesta por un mundo simbólico
que recuerda un poco al Hicthcock de Spellbound…