viernes, 6 de mayo de 2011

¡Ya hice amigos en Sudáfrica!

De cómo estúpidamente boté mi pasaporte en Jhoannesburgo


El vuelo estaba retrasado, pero faltaba muy poco para que abandonáramos Jhoannesburgo. Passport, please. Adelante de la fila mis compañeros extendían juiciosamente el documento. Yo saqué el ticket de entre un libro de J.M Coetzee (“Desgracia”…) y me llevé la mano al bolsillo de atrás: enseguida sentí un frio en el estomago que me subió por el pecho y me llegó hasta la boca. Se me entumeció la lengua. Luego busqué apresuradamente en los demás bolsillos, en la mochila. Passport, please. Me hice a un lado de la fila. ¿Qué pasa? Preguntó José. Boté el pasaporte. Vacié mis bolsillos y la mochila. Nada. José estaba pálido, era el guía del tour y ya en sao Pablo se le había perdido un viejito en el aeropuerto Garhulas: Cuando llegamos al hotel todos empezaron a extrañar vagamente a don Q. Oigan ¿No falta uno de los viejitos? ¿Si? ¿Cuál? Pregunté. El bajito, morenito de gorra ¡Mírelo! No, ese no, hombre. Don Q Se había quedado esperando su equipaje y cuando lo encontró ya todos nos habíamos ido para el hotel, exhaustos, luego de aterrizar a las cuatro de la mañana y esperar para sellar el ingreso al país por más de dos horas. Lo encontramos por casualidad arrastrando su maleta por uno de tantos pabellones, a la deriva ¿Ya nos vamos? Preguntó cuando nos vio. Sí, señor, venga antes de que nos dejen…




¿Y quihubo? ¿Nada? No, ya era definitivo, lo había botado. Respiré profundo y me tranquilicé. Ya eso me había ocurrido antes y lo asumí viajando felizmente como ilegal, yendo por tierra y evitando los controles fronterizos. De hecho, desde hace un tiempo adquirí la costumbre de ir botando cosas importantes. Tengo experiencia. Pero aquí el asunto era distinto. Marica ¿Y qué vamos a hacer? José seguía mal. No sé, pero tranquilo, loquito. Al otro lado del control, listos para abordar el avión, nuestros compañeros me miraban con asombro y se llevaban la mano a la boca…. Juancho, que qué pasa? Gritó E. Bote el pasaporte ¡Ay, marica! Parce, trate de hacer memoria. Muy cerca de nosotros pasaron unos niños tocando felices sus vuvuzelas… Negritos, divinos. Camine hacemos algo… Pobre Jose, unos minutos antes había tenido que rescatar de la prisión al Villabo (¿Cómo se llamaba el Villabo? No me acuerdo… el Villabo): delante de una puerta de vidrio decía “Prohibido el paso” pero en inglés y por supuesto nadie pasaba. Detrás se veía a cuatro policías malencarados y alertas. El Villabo se acercó, la puerta se abrió automáticamte y él sencillamente cruzó… Eso está prohibido, acompáñeme señor, le dijo uno de los policías en ese inglés áspero y dificil de los sudafricanos… lo que es no saber inglés… Pobre Villabo… Pobre José… No, tranquilo, le dije, yo soluciono el asunto solo ¡Pero te va a dejar el avión! El vuelo salía en 20 minutos. No importa, tranquilo, vos ya has tenido suficiente ¿Está seguro, Juan? Sí. Recogí mis cosas y me fui sin ni siquiera una idea aproximada de qué iba a hacer, a lo lejos se oían las vuvuzelas…


Cuando supe que ya no podían verme me senté en un banco a pensar. Ya sé que me quedaba poco tiempo pero necesitaba pensar ¿Cuándo fue la última vez que tuve el pasaporte en la mano? No hace mucho puesto que acababa de registrarme… ¿y luego de eso, del registro, cuándo? Me acordé: justo detrás del puesto donde nos registramos y entregamos nuestro equipaje había varias casas de cambio… todos mis compañeros estaban como locos cambiando dólares por rands. Al cabo de un rato se me acerco don W ¿Oiste, cómo es lo de la cambiada de eso? Le expliqué ¿Y vos no vas a cambiar, home? No. Yo sabía que era mejor sacar plata del cajero automático. Camina, cambiemos. No. Miró la fila para el cambio con timidez. La verdad le iba quedar difícil lo del cambio. Don W no solo no entendía en ingles sino que además era un poco sordo. Venga yo le ayudo. Hice pacientemente la fila y cambié cien dólares por rands. Le pedí el pasaporte. No, hacelo con el tuyo mejor… Bueno…. Recibí los rands y se los entregué. Él sin siquiera mirarlos me sacó a un lado ¿Bueno, y como es la cosa con ésto? Le expliqué. Unos cinco minutos explicándole que ya los dólares no le servían para nada en este país, que ya estábamos en Sudáfrica ¿Y los reales sirven? Los reales son de Brasil, don W. Luego de esta conversación nos fuimos... y yo dejé el pasaporte en la casa de cambio…yo soy feliz haciendo eso, olvidando cosas… (y sentándome sobre mis gafas) De manera que mi alternativa era regresar, parecía sencillo. Sin embargo el aeropuerto de Jhoannesburgo es enorme y mis sala de abordaje quedaba en el otro extremo… emprendí el regreso más o menos seguro de dar con el sitio, cruce un pasillo, bajé unas escalas, subí otras, vi las decenas de personas aguardando a los viajeros, bajé otras esaleras, pasé por la llegada de vuelos nacionales, usé un ascensor… y caí en la cuenta de que me había perdido… Ya habían pasado diez minutos y mi vuelo me iba a dejar, no cabía duda. Me le acerqué a una policía y le expliqué mi situación. Una mujer negra, robusta y de seño fruncido. Enseguida llamó a otros dos policías (Laow y Chris, leí sus nombres en la etiqueta que llevaban en el pecho) les pidió que me llevaran a cierto lugar. No logré entender bien, justo en ese instante marchaban a nuestro lado más de un centenal de chilenos acabados de desembarcar ¡¡¡Chi chi chi, le le le!!! ¡¡¡Viva Chile!!! Eso unido al ruido de las vuvuzelas resultaba casi insoportable. ¡Noooo! le dije, yo perdí mi pasaporte, pero ya sé donde está, necesito que me lleven allá. ¡Ya entendí, señor! ¡Estoy tratando de ayudar! Contestó ofuscada. Sucede que yo estaba tan perdido que me había salido del aeropuerto y para reingresar de manera rápida debían llevarme por un lugar destinado únicamente a las autoridades. Los dos policías me condujeron por un pasadizo largo y solitario. Atravesamos tres puertas que solo abrían con una clave y que contaban con detectores de metales. Tuve que quitarme el sombrero, la correa y la chaqueta antes de cruzar cada una. Por último bajamos por un ascensor y allí estábamos de nuevo ¿Cómo se dice cerveza en afrikans? Aproveche para preguntarles a los tipos. Bier. Ya tenía planes de beber varias de esas en la noche ¡Bier! ¿Recuerda qué había cerca de la casa de cambio? Todo se veía igual, yo no recordaba nada...


Ya habían pasado los veinte minutos de sobra, así que me tranquilicé, ya no había nada que temer: el avión me iba a dejar, era un hecho, no una posibilidad. Ahora el problema era otro. Me llevaron a la llegada de vuelos internacionales. El primer lugar por donde pasan todos los viajeros que vienen de afuera. Eso sí lo recordaba bien… y comenzamos a caminar. Vi la llegada de los equipajes, el primer corredor que cruzamos… y en fin, al cabo de un rato entendí que mi pasaporte estaba prácticamente recuperado… creo que voy a recordar siempre la gran amabilidad de esos dos hombres… mucho más tranquilo aproveché para hablar de futbol con ellos ¿Quién creen que va a ganar la copa? ¡Bafana Bafana! Contestaron sin dudarlo un instante. Bafana, bafana, así le dicen a la selección de fútbol sudafricana. Muchachos, muchachos… Llegamos…la mujer de la casa de cambio me vio aparecer con una sonrisa y con una ceja levantada: Señor, yo en su lugar habría sufrido un infarto… No es para tanto, le respondí.


A pesar de todo les pedí a mis dos guías que camináramos rápido, tal vez mi avión aún seguía allí… Y en efecto. José me vio llegar con los ojos bien abiertos ¡Quihubo? Todo bien, lo encontré ¡El avión no se había ido aún y había pasado casi una hora! Por supuesto no me despedí de mis dos buenos amigos policías sin tomarme una foto con ellos ¡Bafana, Bafana! See you, guys!!! Hice la fila y saqué el pasaporte, ahora ya todo parecía en orden ¿Y el ticket? Busque minuciosamente en todas las partes posibles… mi ticket había desaparecido… Estoy hablando en serio: había perdido el ticket… Por los altoparlantes se escuchó una voz: Pasajeros del vuelo 192 rumbo a Ciudad del Cabo, por favor subir a bordo… ¡No me crea tan pelota, Juan Andrés, usté qué se fumó! Dijo José. Nada, no había fumado nada, básicamente así soy siempre…


*****
Lo que más recuerdo de los sudafricanos es su amabilidad. Inmediatamente uno de los funcionarios del aeropuerto comprendió que yo tenía problemas se acerco. What’s wrong, Sir? Era un hombre blanco de unos cincuenta años. Le conté. Oh, take it easy! ¿Cuál es su aerolínea? Le contesté. Mire, allá le pueden imprimir nuevamente su ticket. Por el altoparlante se escucho nuevamente la voz: último llamado, pasajeros vuelo 192 hacia Ciudad del Cabo, por favor abordar… ¡Marica! José estaba aterrado… Loquito, bien pueda váyase, si no alcanzó yo les pido que me monten en el próximo avión ¿Usté está seguro, Juan Andrés? Sí, váyase que usted tiene mucha gente que ciudar, vaya… Salí corriendo, por suerte la fila era breve. Buenos días señor. Hola, necesito que por favor imprima de nuevo mi ticket. Su pasaporte por favor. Se lo entregué, la mujer comenzó a teclear lentamente. Era una negra bella, yo tenía afán pero aun me daba cuenta de esos detalles y me hubiera quedado feliz hablando con ella. Comenzó a reírse, no lograba pronunciar mi nombre: Uann A a aandrre e a a a.. . Se cagó de la risa. Divina, pero yo quería irme pronto. Una vez con el ticket en mis manos regresé, pasé el control y vi a lo lejos a mis compañeros en la fila de abordaje… pero tendidos en el suelo: el vuelo seguía retrasado. Llegué hasta ellos lentamente, feliz. ¿Quihubo? No, todo bien, ya hice mis primeros amigos en Sudáfrica…

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