sábado, 21 de mayo de 2011

La Conjura de los Necios, de John Kennedy Toole

Cuando un génio aparece, todos los tontos se conjuran en su contra


Hace ya muchos años que me encontré por casualidad con esta novela.  Iba a la deriva caminando entre los estantes de la biblioteca y ahí estaba, como esperándome. No había oído hablar ni de ella ni de su autor. Me dejé seducir por el título, por el gordo estrambótico que aparecía en la carátula y por algún párrafo leído al azar… Luego de las primeras diez páginas creí que sería una lectura simpática pero tal vez irrelevante: una serie de personajes excéntricos cuyas vidas mediocres se coloreaban esporádicamente con situaciones absurdas quizá podrían ofrecer 380 páginas de lectura sosegada. Sin embargo, a la altura de la página 50 ya estaba irremediablemente aburrido. Era la aburrición de alguien obligado a seguir con cuidado la vida rutinaria de su vecino. Los personajes que  al principio se veían interesantes comenzaban a desdibujarse en medio de lo que yo inicialmente juzgué como una infinidad de insignificancias. Estuve incluso a punto de abandonar la lectura… Sin embargo, un inexplicable sentimiento de respeto hacia el libro me obligó a continuar. Pensé también que una novela que ha ganado el Premio  Pulitzer no podía ser tan mala…

 Llegué a la página cien y entonces comencé a comprender: lo mío era la impaciencia de un lector caprichoso, porque la forma de narrar era el recurso más adecuado que el autor había podido encontrar para contar su historia: sin esa narración pausada nada habría resultado verosímil; y aún más: los personajes habrían terminado convertidos en una serie de caricaturas más bien grotescas. Unas cuantas páginas después supe que “la Conjura de los necios” tenía una maestría narrativa similar a la de cualquier novela de Dickens. Casi todos los elementos de la historia estaban cuidadosamente dispuestos para contribuir al desenlace, nada era gratuito. La novela hacía una contorsión esplendida para morderse finalmente la cola.

 La acción transcurre en Nueva Orleans, con sus calles vibrantes de jazz y de gente de raza negra. Ignatius J. Reilly, protagonista de la novela y uno de los personajes más memorables de la literatura de las últimas décadas, es un hombre de treinta años, enorme e inimaginablemente gordo, que luego de terminar la universidad se encierra en su habitación para dedicarse a la redacción de una vasta obra que denuncie la atrocidad del siglo XX.  Un siglo que va mal porque carece de teología y  de geometría. Ignatius es un onanista frecuente; escribe incansablemente en sus cuadernos Gran Jefe; vive en la casa de su madre; no trabaja y tiene serios problemas con su válvula pilórica, lo cual lo hace víctima de repetidísimas y sonoras flatulencias. Creo que está completamente loco, como Don Quijote, con quien muchos quieren compararlo. Junto a él nos encontramos con un puñado de personajes  también  extraviados en sus propias vidas: Mancuso, un policía demasiado torpe que nunca logra hacer un arresto a pesar de que va por las calles de Nueva Orleans pretendiendo camuflarse ataviado con los más absurdos disfraces; Jones, un negro que para evitar la cárcel debe aceptar un trabajo como barrendero por el cual recibe menos de la mitad del mínimo; Gus Lavy, un millonario agobiado por su padre muerto, cuya memoria se perpetua en la patética fábrica de ropa interior que le dejó por herencia; La Señorita Trixie, una anciana que se pasa la vida durmiendo en su puesto de trabajo y soñando con el día de su jubilación… Un personaje que merece una mención especial es el de la antigua novia de Ignatius y  su alter ego, la ultra feminista Mirna Mirnkof. Él la detesta, y desearía ser un negro enorme para “empalarla” con un miembro especialmente descomunal, pero no puede evitar mantener con ella una extraña relación epistolar… Ambos están igual de mal de la cabeza y emprenden cruzadas para la defensa de disparates tales como la moral y la decencia.

 Todos los personajes de “La Conjura de los Necios” son ridículos casi hasta la risa, sin embargo, son a la vez tan humanos que en ocasiones dan ganas de llorar. La historia de su autor, John Kennedy Toole, también es conmovedora y raya en el absurdo.

 “La Conjura de los Necios” fue escrita hacia 1962  luego de que su autor prestara  servicio militar en Puerto Rico. Kennedy Toole envió el manuscrito a numerosas editoriales pero fue rechazado unánimemente, lo cual le produjo tal impacto psicológico que en 1969, a los 31 años y profundamente deprimido, se suicidó seguro de su incompetencia como escritor.

 Luego de su muerte, su madre, Thelma Toole, encontró el manuscrito y se empeñó en encontrar quién lo publicara, lo cual logró en 1980 gracias al apoyo decidido de Walker Percy, quien vio en la novela la genialidad que los demás necios editores habían preferido ignorar.

“La Conjura de los necios” ganó el premio Pulitzer y se convirtió en un gran éxito editorial en varios países. Hoy es considerado uno de los grandes clásicos de la literatura en la segunda mitad del siglo XX. Yo  sencillamente lo considero uno de los libros más entrañables que he leído en la vida.

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