jueves, 7 de julio de 2011

Ajami

La peor deshonra es el miedo

Aunque lleva mucho tiempo recorriendo los círculos de la piratería, llega por fin a nuestras salas Ajani (2009), ópera prima de la dupla de de directores Yaron Shani y Scandar Copti. Llega precedida del alentador mérito de no haber ganado el Oscar: esa suerte de derrota es casi una garantía de que la cinta carece de la empalagosa sensiblería habitual de Hollywood reiteradamente premiada por la Academia. No obstante, esta coproducción germano-israelí es heredera del ritmo visual ágil, envolvente y por momentos frenético del cine americano. Y algo de eso es lo que la convierte en una gran película.


Ajani puede considerarse un la historia coral que se desarrolla a partir de las vivencias de varios personajes, sin embargo todos los hilos narrativos parecen orbitar en torno de dos de ellos. Omar y su pequeño hermano viven en el puerto palestino de Jaffa al sur de Tel Aviv, en el barrio de Ajami, un lugar donde convienen musulmanes como ellos, árabes cristianos y judíos. Semejante escenario, como es de esperarse, incuba intrigas casi Shakesperianas: Omar no puede acercarse a su novia cristiana y debe vender drogas para pagar una suerte de fianza que lo librará de la muerte que le ha sentenciado un ancestral clan (una pandilla) de delincuentes palestinos.


Al margen de los intríngulis religiosos, se trata de una realidad violenta y brutal similar a la que se vive en las favelas de Sao Pablo, en las calles de México, o en los barrios de invasión de cualquier ciudad colombiana. Algunos comparan Ajami con “Ciudad de Dios” y “Amores Perros”. Incluso la apariencia de las calles y el atuendo de la gente nos a hace sentir esas imágenes cercanas, casi propias. Y ni qué decir de los siniestros asesinatos a cargo de oscuros parrilleros de moto que traen a la mente esa figura tan nuestra del sicario.


“Quiero que la gente salga aturdida por mi filme” declaró Yaron Shaní en una entrevista para el País de España en 2010. Shaní es israelí y su compañero en la dirección, Scandar Copti, es un árabe cristiano criado en Ajami, hecho que añade un poco de sabor a las interpretaciones de la película. Ellos reconocen la violencia como “un estupendo material para hacer películas” y admiten, no podría ser de otra forma, la influencia en su obra del trabajo de Quentin Tarantino. En su narración fragmentada y frenética también hay mucho de González Iñarritu y de Guillermo Arriaga.


El cine israelí nos ha sorprendido en los últimos años con maravillas como El Árbol de Lima, Vals con Bashir y Beaufor, todas ellas candidatas al Oscar, por cierto; todas ellas mostrándonos perspectivas apasionadas y con cierta carga moral del conflicto entre Israel y Palestina, pero libres de militancias. Eso es posible y ya lo demostró Spielberg con Munich, en esa otra maravilla.


Un aspecto que nos acerca aún más la película, y que recuerda la técnica también empleada por Víctor Gaviria, son los actores. Shani y Scandar eligieron actores naturales, personas con una historia de vida similar a la de los personajes que les correspondía interpretar. Y en efecto en las fisonomías, en los ademanes y en el comportamiento de quienes vemos en la pantalla nos encontramos con seres reales, casi tangibles, a las que podríamos encontrar caminando en la calle. Si necesitas un policía, lo mejor es contratar a uno porque a sus espaldas ya lleva su propia historia y ante las cámaras se comportará como lo que es: un policía”, declara Shani.

Uno de los personajes más conmovedores de Ajami, y sobre quien pesa buena parte del dramatismo y la belleza de la película es Shata, el pequeño hermano de Omar, quien se resiste al mundo atroz que lo rodea e insiste en recrearlo en sus dibujos con el empecinamiento del cual solo es capaz un niño. Shata, aterrado, se convierte poco a poco en el ángel guardián de su temerario hermano quien enfrenta destino sin pensar en las consecuencias, olvidándose de todo y seguro de que en sus circunstancias la peor deshonra es el mied

Uno de los personajes más conmovedores de Ajami, y sobre quien pesa buena parte del dramatismo y la belleza de la película es Shata, el pequeño hermano de Omar, quien se resiste al mundo atroz que lo rodea e insiste en recrearlo en sus dibujos con el empecinamiento del cual solo es capaz un niño. Shata, aterrado, se convierte poco a poco en el ángel guardián de su temerario hermano, quien enfrenta su destino sin pensar en las consecuencias, olvidándose de todo y seguro de que en sus circunstancias la peor deshonra es el miedo.


Trailer con subtítulos en español

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