Correr de Jean Echenoz
No recuerdo con precisión cuándo supe por primera vez de
esta novela de Jean Echenoz pero
recuerdo en cambio cierta entrevista en la que el escritor francés manifestaba
su intensión de emular en ella, por lo menos parcialmente, al Marcel Schwob de
Vidas Imaginarias. Y tal vez fue entonces cuando me decidí a leerla.
Correr hace parte de una trilogía de biografías noveladas en
las que Echenoz se ocupa además de Maurice Ravel y de Nicolás Tesla. En este
pequeño volumen el protagonista es el checo Emil Zátopek, gran leyenda del
atletismo, ganador de tres medallas de oro en solo una semana por allá en los
juegos olímpicos de Helsinki en 1952. Las ganó en tres competencias
absurdamente arduas: 5000 metros, 1000 metros y la maratón. Zátopek fue la
renovación del atleta invencible que rayaba en lo divino, tan propio de la
antigüedad clásica, y que en nuestros días ha renacido en hombres como, Phelps,
Schumacher, Messi o Federer.
Pero además fue un hombre con profundas convicciones
políticas que lo llevaron a apoyar en 1968 aquella ola de renovación al
comunismo conocida como la Primavera de Praga. El resultado fue, como suele
ocurrir con la disidencia en los regímenes totalitarios, amarga para el gran
deportista.
Jean Echenoz |
Jean Echenoz relata la vida del corredor sin apasionamiento, como lo haría un notario: su juventud lejana a los deporte; su inesperado encuentro con el atletismo; sus entrenamientos mientras a lo lejos se escuchan las bombas del Ejército Rojo tratando de ahuyentar de una vez por todas a los alemanes, en desbandada y con la guerra ya perdida; sus líos con la prensa; sus incontables glorias y las infamias a las que lo somete el partido comunista. No hay, creo yo, una sola palabra, un adjetivo, que deje entrever alguna emotividad. Ni siquiera el primer gran momento glorioso de Zátopek, cuando era un desconocido y ganó aquella carrera ante cientos de espectadores atónitos en Copenhague.
La narración, que avanza a zancadas como su protagonista, es
fría, casi rutinaria, sumarial; la grandilocuencia le queda a la imaginación
del lector, que en efecto se ve casi en la necesidad de desbordar esas palabras
tan precisas. El autor por su parte no le hace nunca esa concesión, lo cual
constituye sin duda un gran acierto. En esa medida resulta difícil leer Correr
sin evocar el Reportaje al pie de la horca de Julius Fučík, ese otro héroe de
la historia checa en el siglo XX, cuyo estilo a la hora de relatar su propia
muerte resulta tan abrumadoramente parco.
Un libro entretenido, rápido y profundo; como para leer en
una sola sentada.
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