lunes, 25 de marzo de 2013

5. G. K. Chesterton


G. K. Chesterton

Como casi todo el mundo, llegué a Chesterton por Borges. El hombre que fue jueves  me deparó una de las tardes más felices de mi vida. Y no exagero cuando digo que aún conservo el asombro que me produjeron las narraciones del Padre Brown,  hace ya un buen número de años. Recuerdo también como fiesta la lectura del volumen de sus obras completas dedicado a los artículos que publicó en la prensa.

Chesterton fue un hombre de una inteligencia vigorosa y chispeante que parecía renegar de todo. Agnóstico durante una buena parte de su vida, lentamente fue entregándose al catolicismo. De esa transformación fue dando cuenta en algunos de sus ensayos más célebres: Herejes, El hombre eterno, Ortodoxia.

Tal vez eso es lo que me lo ha hecho tan entrañable siempre: hombres como él, como Papini, o incluso como el mismo Luis Tejada, son la evidencia de que tal vez lo que más necesita un ser humano para llegar a la plenitud es algo en que creer. No importa qué.

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