jueves, 3 de enero de 2013

Lecturas de vacaciones (IV)

Emma Reyes - Memoria por correspondencia

Memoria por correspondencia

Reseña de un libro hermoso, uno de los mejores de 2012.
















Emma Reyes, Memoria por correspondencia, Bogotá, Laguna Libros y Fundación Arte Vivo Otero Herrera, 2012.











Luego de leer Memoria por correspondencia me tomó varios días superar esa especie de duelo que se siente al terminar de leer  ciertos libros.  De hecho esas  palabras sobrias y precisas  me siguen retumbando en el oído.  

El libro consta de veintitrés cartas escritas por la Emma Reyes desde 1969, a lo largo de casi treinta años,  y dirigidas a su amigo Germán Arciniegas, quien  encontró en ese recurso epistolar la posibilidad de que Emma relatara por escrito las historias de su infancia que siempre había contado de viva voz. Al parecer ella no se tenía mucha fe escribiendo. Incluso en alguna carta le manifiesta a Arciniegas su desconcierto por no contar los sucesos de una manera clara y legible. Pero lo cierto es que como escritora Reyes demuestra  una  habilidad excepcional para crear imágenes, lo cual probablemente esté relacionado con su talento como pintora y artista visual.

Algunas personas resaltan la conmoción que les produce la lectura de esas historias descarnadas y llenas de detalles crueles, pero creo que lo que prevalece a lo largo de todo el libro es el vigor con el que  Emma y su hermana Helena se sobreponen a  las adversidades de su niñez en Bogotá, tan llena siempre de hambre y de infamias: las niñas, descorazonadoramente pobres,  desconocen a sus padres  y viven bajo la custodia de una mujer que a la primera oportunidad las abandona en una estación de tren, razón por la cual van a dar a un convento donde por caridad las monjas terminan su crianza.

Emma Reyes nos cuenta relatos sencillos pero memorables, llenos de una belleza amarga y de un sentido del humor implacable: las peripecias que debía hacer a los cuatro años  para botar las bacinillas pesadas de mierda; la felicidad que le producía, en el frío de Fusagasugá, ponerse  en las mejillas los huevos  tibios y recién puestos de las gallinas; la noche en la que en un patio del convento se le apareció el diablo; la primera vez que se confesó y le pidió al cura perdón por orinarse en la cama; la tarde en que se subió a un árbol para tratar de ver al niño Jesús; los castigos crueles y absurdos de las monjas…

Pero Memoria por correspondencia es además, como era de esperarse, una rendija  para asomarse a la Colombia de los años veinte: un país precario e inocente en el que los incendios que dejaban cien muertos se apagaban a poncheradas; y en el que un carro, ese invento desconocido y exótico, era recibido por muchos con el estupor y el asombro con el que se recibe a una bestia.

Leyendo a Emma Reyes recodé mucho a Frank McCourt y al Roddy Doyle de Paddy Clark JaJaJa, e insisto en que por disímiles que puedan parecer, hay muchísimos puntos de encuentro entre el pasado miserable de Irlanda del Norte y el de Colombia.

Sin duda estamos ante una obra que terminará convertida en un gran clásico de nuestra literatura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario