Emma Reyes - Memoria por correspondencia

Reseña de un libro hermoso, uno de los mejores de 2012.
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Emma Reyes, Memoria por correspondencia, Bogotá, Laguna Libros y Fundación Arte Vivo Otero Herrera, 2012. |
Luego de leer Memoria por correspondencia me tomó varios
días superar esa especie de duelo que se siente al terminar de leer ciertos libros. De hecho esas palabras sobrias y precisas me siguen retumbando en el oído.
El libro consta de veintitrés cartas escritas por la Emma
Reyes desde 1969, a lo largo de casi treinta años, y dirigidas a su amigo Germán Arciniegas,
quien encontró en ese recurso epistolar
la posibilidad de que Emma relatara por escrito las historias de su infancia
que siempre había contado de viva voz. Al parecer ella no se tenía mucha fe
escribiendo. Incluso en alguna carta le manifiesta a Arciniegas su desconcierto
por no contar los sucesos de una manera clara y legible. Pero lo cierto es que
como escritora Reyes demuestra una habilidad excepcional para crear imágenes, lo
cual probablemente esté relacionado con su talento como pintora y artista
visual.
Algunas personas resaltan la conmoción que les produce la
lectura de esas historias descarnadas y llenas de detalles crueles, pero creo
que lo que prevalece a lo largo de todo el libro es el vigor con el que Emma y su hermana Helena se sobreponen a las adversidades de su niñez en Bogotá, tan
llena siempre de hambre y de infamias: las niñas, descorazonadoramente pobres, desconocen a sus padres y viven bajo la custodia de una mujer que a
la primera oportunidad las abandona en una estación de tren, razón por la cual
van a dar a un convento donde por caridad las monjas terminan su crianza.
Emma Reyes nos cuenta relatos sencillos pero memorables,
llenos de una belleza amarga y de un sentido del humor implacable: las
peripecias que debía hacer a los cuatro años para botar las bacinillas pesadas de mierda;
la felicidad que le producía, en el frío de Fusagasugá, ponerse en las mejillas los huevos tibios y recién puestos de las gallinas; la
noche en la que en un patio del convento se le apareció el diablo; la primera
vez que se confesó y le pidió al cura perdón por orinarse en la cama; la tarde
en que se subió a un árbol para tratar de ver al niño Jesús; los castigos
crueles y absurdos de las monjas…
Pero Memoria por correspondencia es además, como era de
esperarse, una rendija para asomarse a
la Colombia de los años veinte: un país precario e inocente en el que los
incendios que dejaban cien muertos se apagaban a poncheradas; y en el que un carro, ese invento desconocido y
exótico, era recibido por muchos con el estupor y el asombro con el que se
recibe a una bestia.
Leyendo a Emma Reyes recodé mucho a Frank McCourt y al Roddy Doyle de Paddy Clark JaJaJa, e insisto en que por disímiles que puedan parecer, hay muchísimos puntos de encuentro entre el pasado miserable de Irlanda del Norte y el de Colombia.
Leyendo a Emma Reyes recodé mucho a Frank McCourt y al Roddy Doyle de Paddy Clark JaJaJa, e insisto en que por disímiles que puedan parecer, hay muchísimos puntos de encuentro entre el pasado miserable de Irlanda del Norte y el de Colombia.
Sin duda estamos ante una obra que terminará convertida en
un gran clásico de nuestra literatura.
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