viernes, 20 de abril de 2012

Un recuerdo de Fenhofer


la obra maestra desconocida



Reseña de la pequeña gran obra de Honore de Balzac

Ante todo La obra maestra desconocida es un inesperado tratado literario sobre cómo percibimos el arte. Un antecedente muy a su manera del trabajo de Wassily Kandinsky o Rudolf Arnheim. De hecho es muy probable que hasta 1926, año en el que se publicó Punto y línea sobre el plano nadie hubiera logrado una reflexión tan condensada y  profunda sobre los componentes básicos de las artes visuales.

Hay quienes le han otorgado la etiqueta siempre imprecisa de ´novela corta’, pero en rigor probablemente solo alcance el estatus de relato. Fue publicada por primera vez en 1831 en la revista L’Artiste y algunos años después fue incluida en el tomo XV de La comedia humana (los estudios filosóficos), al lado de obras como La piel de zapa y La búsqueda del absoluto. En total la historia no ocupa más de unas cuarenta páginas. Los protagonistas son tres pintores, dos de los cuales son figuras reales de la historia del arte: François Porbus, destacado retratista, y Nicolas Poussin, gran representante del clasismo, ese movimiento que surgió  en el siglo XVII como reacción a la extravagancia del Barroco; el tercero es Fenhofer, un viejo maestro de la pintura que se ha pasado la vida tratando de arrebatarle a la naturaleza el secreto supremo de la Belleza, una suerte de alquimista obsesionado con convertir el arte en vida.

Porbus y Poussin, encandilados por brillo secreto de Fenhofer,  quieren ver a toda costa la  pintura en la cual el viejo ha trabajado durante años, quieren arañar un poco de su sabiduría. Pero cuando finalmente logran su objetivo se encuentran con que la obra escapa por completo a su comprensión (la visión es un presagio de lo que mucho despues sería la pintura de Willem de Kooning, Alberto Giacometti o Mark Rotko, por mencionar solo unos nombres)… Un hecho reconocido por todos los estudiosos de su obra es que Balzac para esa época estaba notablemente influenciado por las narraciones fantásticas de E.T.A Hoffmann, lo cual es evidente en la Piel de zapa, por ejemplo. En la obra maestra desconocida además se sienten vestigios de Mary Shelley y en últimas del antiguo mito de Prometeo. También hay rastros de Pigmalión. Esa pintura laboriosa de Fenhofer es el cuerpo desnudo de una mujer  a la cual el maestro quiere dar vida: una veladura aquí para separar el cuerpo del fondo, una pincelada allá para sugerir el flujo cálido y apacible de la sangre, un pequeño empaste para el brillo que dará vida a los ojos…


Ilustraciones de pablo Picasso para la edición de 1931



Aunque el relato transcurre en los primeros años del siglo XVI, Fenhofer es la encarnación de las grandes preguntas que el arte, muy especialmente la pintura, se estaba haciendo en la Europa que se había ido cocinando en los calores de la Revolución Industrial. La presencia de Poussin en la historia representa el carácter apolíneo, equilibrado y cerebral de la pintura que había puesto en cintura la imaginación encendida del manierismo. Pero su deslumbramiento por la presencia dionisiaca de Fenhofer representa al mismo tiempo el anhelo de  pintores  románticos como Turner, Delacroix o Gericault por desprenderse de la frialdad académica para imprimirle a sus lienzos el vértigo de la vida y ser fieles a la máxima de Victor Hugo según la cual ‘todo lo que la naturaleza contiene, incluso lo grotesco, merece la atención del artista’.



Balzac, que era cercano a gente como Theophile Gautier, y por lo tanto cercano a las discusiones de los círculos artísticos de la época, nos depara por medio de Fenhofer párrafos totalmente reveladores acerca de lo que J.J Belgion dio en llamar ‘la gramática del arte: nos recuerda por ejemplo que la línea no existe en la naturaleza y que la realidad esta integrada por planos de luz que se superponen o se limitan. Y el trabajo del pintor es modelar la vida con esa luz.
Un aspecto curioso es que Fenhofer, un personaje creado por la literatura, se haya convertido en una influencia tan notable para la pintura del siglo XX. En Una  Fábula del arte moderno, Dore Ashton describe minuciosamente la manera cómo dos de los pilares de la pintura como hoy la conocemos, Paul Cezanne y Pablo Picasso, vivieron y obraron hechizados por el misterioso personaje de Balzac. Ashton describe por ejemplo la convicción con la que Cezanne, ya en su vejez, se paró alguna vez ante su amigo Joseph Bridou para declararle, conmovido: Yo soy Fenhofer…. en efecto habría que decir pocos han asumido la pintura con la poderosa y secreta convicción de estar rehaciendo el mundo como lo hizo el maestro de Provenza (Gioto, Rafael, Rembrandt…) por su parte Picasso, que ilustró la edición que Abroice Vollard hizo en 1931 de La obra maestra desconocida, y que manifestó siempre su interés por el viejo protagonista, vivió siempre dominado, como Fenhofer por el tema del pintor y la modelo, por ese vínculo de posesión y creación que se crea entre ellos.



No hay comentarios:

Publicar un comentario