viernes, 1 de febrero de 2013

En jardines ajenos


en jardines ajenos

Reseña de un libro de cuentos memorable.































En jardines ajenos en la edición de Acantilado

Soy uno de esos lectores que se enfrentan con entusiasmo una novela de 400 páginas pero se amedrentan ante un cuento de 40.  Al respecto de ambos géneros, se cita con frecuencia a García Márquez: escribir una novela es como ganar una pelea por rounds; en cambio escribir un cuento es como ganarla por nockout. Esa misma relación es válida para la lectura. Por la manera en que está concebido, un cuento pide ser leído de una vez, sin interrupciones; solo de esa forma el mecanismo interno de la historia puede causar su efecto. En esa medida tienen mucha razón a quienes comparan al cuento con la poesía. El poema no se lee por tandas, una estrofa o un verso hoy y otro mañana. No. Ese licor se va en un solo trago, y tal vez por eso es necesario tener una disposición especial también. La novela en cambio es un viaje largo en el que tenemos tiempo incluso de aburrirnos, de parar y de reiniciar mucho tiempo después…

Comienzo con esa digresión a propósito de En jardines ajenos (2006), libro de cuentos del escritor suizo Peter Stamm (1964). Para mí la dificultad con los cuentos radica en encontrar aquella disposición. Y celebro muchísimo cuando por fin encuentro un libro de ese género que me obliga a leer sin detenerme de tapa a tapa. Peter Stamm me volvió a dar esa alegría (Creo que infantilmente siempre he querido volver a encontrar en algún otro libro la emoción que me produjo Las nuevas noche árabes hace ya muchísimo tiempo).

De una manera lenta pero sólida Stamm se ha ido constituyendo en una de las voces más sugestivas de la literatura actual.  Al punto que su novela Siete años (2011) ha sido recibida por innumerables críticos y reseñistas del mundo como una obra maestra… Pero Stamm es ante todo un maestro del cuento.

A pesar de ser un escritor suizo, la escritura de Peter Stamm le debe más a la tradición narrativa norteamericana que a la europea. Su estilo limpio y directo,  pero al mismo tiempo elusivo, está fuertemente emparentado con Hemingway y con grandes herederos suyos como Raymond Carver, John Cheever, Lorrie Moore o Michael Chabon.

En jardines ajenos está integrado por once relatos en los que, como es común que ocurra con ese género después de Carver, en apariencia  no se cuenta nada. Son historias sencillas cuyos desenlaces nunca nos deparan una revelación o una sorpresa, son a primera vista tan prosaicas como la vida misma pero, como también ocurre en la vida, están llenas de secretas frustraciones y anhelos que terminan por atribuirles tensión y misterio.

Hace poco escuché una entrevista concedida a una emisora canadiense en la que justamente el Stamm enfatiza en que no se trata de contar historias con un principio y un final, ese camino ya está agotado desde hace mucho tiempo. De lo que se trata, dice él, es de crear atmósferas y explorar las motivaciones de los personajes, los resortes que los mueven.

Los tres elementos fundamentales de En jardines ajenos, de cada uno de los relatos, son la soledad, el viaje y  la espera: una mujer sola y ya casi olvidada por sus hijos, un hombre que viaja solo a Europa del, tres jóvenes que esperan el tren... Eso, unido a una escritura sobria y precisa, termina por darle al libro un aire evocador e intimista que ejerce en el lector un efecto sedante y muy agradable. 


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