sábado, 11 de febrero de 2012

Girl with the dragon tattoo

La última película de David Fincher, a la zaga de Stieg Larsson
Lisbeth Salander


El gran director de Seven ahora tras la pista de otro asesino.



Es una lástima decirlo, pero no hay remedio: David Fincher dio un paso en falso con Girl with the dragon tattoo y tal vez haya que agregar que por ahora queda muy poco del director sorprendente y recursivo de la década de los noventas… A mí nunca se me va a borrar la fascinación que sentí la primera vez que vi Seven, ese film oscuro, lleno de guiños a la historia de la literatura y con ecos del Jorge Luis Borges  de La muerte y la brújula. 

Se me ocurre eso sí que tal vez buena parte de la grandeza  de  Fincher radica en que los  espectadores que lo encumbraron y llegaron casi a idolatrarlo (quien escribe, por ejemplo) pertenecen a una generación que apenas vivía su primera juventud y tenía la adolescencia aún pegada a los talones cuando vio esos primeros trabajos, hoy considerados de culto: El juego y El Club de la Pelea (más allá de la novela de Palahniuk)  de hecho son películas indiscutiblemente pensadas para alborotar la testosterona y llenas de giros forzados a las que justificamos y queremos por razones más emotivas que cinematográficas.

En la década pasada Fincher filmó La habitación del pánico, que no merece mayor atención; y Zodiac, a juicio de los entendidos una ‘obra de madurez’ (lo cual puede interpretarse también como ‘un ladrillo insoportable’), donde se le va la mano  en no complacer el morbo y las reacciones a flor de piel tan explotadas en toda su filmografía. En 2008 vimos El curioso caso de Benjamin Button, una historia entretenida con cierto aire a producción Disney, que lastimosamente, pero con razón,  llamó la atención más por los sofisticados efectos especiales usados para envejecer y rejuvenecer a Cate Blanchett y a Brad Pitt.

The Social Network en 2010 fue una propuesta estimulante: ceñuda y austera como Zodiac,  pero al mismo tiempo ágil, nos permitió ilusionarnos cuando Fincher anunció que su próximo proyecto se inspiraba  en  Los hombres que no amaban a las mujeres, la primera novela de la trilogía Millenium de Stieg Larsson.



Girl with the dragon tattoo se perfilaba como un retorno al cine electrizante del Fincher de los noventa considerando que la novela de Larsson, si hacemos a un lado sus farragosos primeros tres capítulos y el estilo siempre ramplón, resulta bastante potable con su exploración de las perversiones de la sociedad sueca y con Lisbeth Salander, carismática como pocos personajes de la cultura popular en los últimos años. Pero algo no marchó bien.

Stieg Larsson ha sido  generosamente  equiparado por Mario Vargas Llosa con los grandes novelistas de folletines del siglo XIX, con Alejandro Dumas en particular. La afirmación parece exagerada, pero no carece de sentido. El sueco construye una trama vasta y minuciosa  que fluye por medio de personajes esquemáticos, pero bien dibujados por sus circunstancias, a quienes su pasado dota de una determinación admirable que mueve la acción del relato de manera frenética. En ese contexto la apreciación del premio Nobel peruano resulta comprensible: también AthosPorthosAramis D'Artagnan pueden parecer planos y caricaturescos, pero las acciones que desencadenan con su determinación y su valor constituyen una crónica tan colorida y completa de la Francia de Luis XIII que muchas faltas quedan compensadas. Y Larsson nos muestra, con el pretexto de una extraña serie de crímenes, un panorama completo de las relaciones de poder, de las imposturas, de la corrupción y la xenofobia de una sociedad que es como un sepulcro blanqueado.

Por supuesto, es una insensatez juzgar una película por su parecido con el libro, pero en este caso la comparación nos sirve para comprender que lo que falla en Girl with the dragon tattoo es que Fincher, a pesar de que su película dura más de dos horas y media, despoja al relato y a los personajes de buena parte de esas circunstancias que les dan sentido en el libro. Algunas acciones, como la búsqueda de Harriet en los desiertos de Australia y el proceso del industrial Wennerström, quedan tan resumidas que no aportan casi nada. Solo se ve la superficie: los crímenes y la presencia extravagante de Lisbeth, cuya faceta de hacker casi se pierde. Es como ver solo la piel del tigre.

Incluso habría que reconocer que, con lo limitada que resulta, la adaptación sueca de 2009 a cargo de Niels Arden Oplev es de sobra mejor lograda (mucho más entretenida, por lo menos), en buena medida debido a que Noomi Rapace interpreta a una Lisbeth Salander mucho más convincente y más llena de matices que el soso e inexpresivo personaje creado por Rooney Mara..



2 comentarios:

  1. intentaré ver la película, ya que supuse que esta versión iba a ser un poco floja, no me desanima el comentario, solo refuerza lo que ya antes había intuido, sin embargo me intriga ver la manera en la que un nuevo director describe la historia y la manera en que estos actores desarrollarán los ya bien ejecutados personajes. Espero no sea muy somnífera la experiencia y no pierda el viaje a Bogotá.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ... Estoy seguro de que el viaje valdrá la pena y la película también... Igual creo que también hay razones emotivas que pueden lograr que uno aprecie una película, así no sea del todo buena. También esta la posibilidad de que mi apreciación no haya sido tan precisa... Muchas gracias por comentar. Hasta luego.

      Eliminar