A muy grandes rasgos, algunas de las mejores películas del año que acaba de terminar.
Amour
Han pasado varios meses desde que vi esta película de
Michael Haneke y aún no sé qué pensar al respecto. Se me ocurre que, como suele
ocurrir en la obra de este gran director sueco, hay una carga considerable de
sadismo. La historia transcurre por momentos con un ritmo pausado, casi
anodino, como transcurre la vida de cualquier persona. Pero esa morosidad, sin
que el espectador se entere, se va anudando alrededor de su cuello hasta
dejarlo sin respiro.
A veces se me ocurre que los recursos de Haneke al explorar la
vida emocional de sus personajes son equivalentes en el cine dramático a la
pirotecnia y a los efectos digitales del cine de acción y de aventuras. Aun así
no me cabe duda de que Amour es desde ya mismo un clásico del cine. En lo
personal es una de las películas que más me hizo llorar. No en el año, en la
vida.
No
En efecto Pablo Larraín fue una de las grandes sorpresas con
el relato de un momento crucial de la historia de Chile: la gestación de una
campaña publicitaria para promover el voto en contra de la continuidad de
Augusto Pinochet en el poder. Uno podría pensar que semejante argumento solo podría
prestarse para una historia farragosa y aburrida (algo similar pensaron muchos
del argumento de Lincoln, la película de Spielberg), pero muy pronto aparece una
tensión muy propia del thriller político, dosificada con tal destreza que recuerda
a maestros como Sidney Pollack o Alan J. Pakula.
Gael García Bernal luce aquí como un actor sólido y maduro,
absolutamente verosímil. Un aspecto muy destacado es el uso del formato de
video U-matic, que le dio al film una apariencia realista y hasta anacrónica,
pero muy efectiva porque sin duda remite al espectador a la estética visual de
los 80’s.
En particular disfruté mucho de la reflexión de fondo sobre
el poder de la imagen, recurso al cual muchos, en favor de la palabra, se
jactan de identificar con lo superficial, pero que se presta como ninguno para
expresar el vigor del pensamiento.
Prisoners
Denis Arcand dejó a medio mundo boquiabierto con Incendies,
esa suerte de tragedia griega ambientada en el conflicto del Oriente Medio; de
allí la expectativa que muchos teníamos con su siguiente proyecto. Prisioners
es una película que continúa la tradición de grandes thrillers como El silencio
de los inocentes, Seven, Río místico, y Gone, baby, gone. Es una sucesión de
pistas falsas que agobian al espectador y lo conducen por un laberinto del cual
solo alcanza a entrever la salida en los últimos minutos.
También es una película de actores: Paul Dano, Melissa Leo,
Viola Davis, María Bello… Jake Gyllenhaal en el papel del detective Loki carga
a su personaje con pequeños detalles que le atribuyen misterio y robustez
sicológica, logrando que el espectador se quede inquieto por la historia detrás
de los tatuajes y los tics. Hugh Jackman por su parte interpreta a un padre
conservador, probablemente republicano, y obsesionado con la idea del fin del
mundo. Yo por lo menos ni me imaginaba que el tipo pudiera alcanzar un nivel
interpretativo tan respetable.
Gloria
Esta fue posiblemente la sorpresa más agradable de todo el
año, otra película chilena: la historia de una mujer divorciada y ya por encima de los sesenta años
que se pasa las noches recorriendo bares frecuentados por gente de su misma
edad que quiere encontrar pareja. Ante todo creo que a pesar de explorar tan
bien el ámbito del amor pasional en la tercera edad, la película le habla a todo el mundo porque
la soledad y la imposibilidad de encontrarse con el otro son problemáticas universales
y de hecho demasiado frecuentes en personas muchísimo más jóvenes que Gloria.
Muy pronto uno simpatiza con la protagonista del relato, con
sus miserias y con sus aspiraciones, que tal vez no van más allá de sentirse
querida por alguien. Muy pronto queda uno atrapado también por el aura de melancolía
que la rodea.
Por alguna razón el filme del chileno Gonzalo Meaza me
recordó mucho las Memorias del Subdesarrollo de Gutiérrez Alea. Tal vez sea la
dosis de existencialismo presente en ambas o el irremediable aislamiento de los
protagonistas, no sé.
Antes del anochecer
Recuerdo perfectamente la emoción que sentí hace muchos años
al ver Antes del amanecer, la primera entrega de esta serie de Richard
Linklater a la que le siguió Antes del Atardecer. Creo que son más de una las
generaciones que se sienten identificadas con la visión del mundo de Jesse y
Céline.
También pienso que esta pareja es una de las
precursoras de esos amores ideales que tanto capitalizó luego el cine indie en
películas como Garden state y 500 days in summer, por mencionar solo dos
ejemplos.
Lo asombroso de Antes del anochecer es la increíble
austeridad de recursos: un largo diálogo que en las anteriores películas se
desarrolla en Viena y en París y ahora en algún paraje bucólico de Grecia. Pero
obviamente la clave radica en la infinidad de apuntes inteligentes y de
preguntas fundamentales en la vida de todo el mundo. Jesse y Céline son como todos
nosotros, ni más ni menos.
Gravity
Este es un relato casi tan viejo como la misma humanidad. Es
el relato del viaje que emprende el héroe en busca de su identidad y de su
lugar en el mundo. Es el relato de Odiseo, de Eneas, de Dante, de Don Quijote.
Alfonso Cuarón me dejó asombrado con Children of men, una película llena de unos recursos narrativos tan bien administrados que pronto uno se olvida que muchos de ellos son lugares comunes. Creo de hecho que esa es una de las mejores películas en lo que va corrido de este siglo.
En Gravity el mexicano tampoco propone grandes innovaciones narrativas pero la perfección técnica del film y el buen manejo de la tensión dejan en un segundo o tercer plano cualquiera de las imprecisiones que los expertos en el tema de las caminatas espaciales le han querido atribuir. Sandra Bullock, que hiperventila durante toda la película, hace un papel aceptable, creo yo, pero ni de cerca tan destacado como algunos quieren hacer creer.
Alfonso Cuarón me dejó asombrado con Children of men, una película llena de unos recursos narrativos tan bien administrados que pronto uno se olvida que muchos de ellos son lugares comunes. Creo de hecho que esa es una de las mejores películas en lo que va corrido de este siglo.
En Gravity el mexicano tampoco propone grandes innovaciones narrativas pero la perfección técnica del film y el buen manejo de la tensión dejan en un segundo o tercer plano cualquiera de las imprecisiones que los expertos en el tema de las caminatas espaciales le han querido atribuir. Sandra Bullock, que hiperventila durante toda la película, hace un papel aceptable, creo yo, pero ni de cerca tan destacado como algunos quieren hacer creer.
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