Páginas de un diario de viajes
Panorámica de Ciudad del Cabo desde Table Mountain |
Fragmentos de un viaje desde Ciudad del cabo hasta Cabo de Buena Esperanza, uno de los confines del mundo.
El teléfono sonó a eso de las seis de la mañana. Wake up
call, wake up call, dijo una vocecita al otro lado de la línea. Ok, gracias.
Afuera caía un aguacero a plomo y en el puerto la nablina había devorado por
completo los incontables barcos y yates. La ciudad entera parecía un
refrigerador. En la garganta la
sensación de haber bebido un puñado de
arena. Traté de recordar qué día era… ¿Lunes? No ¿Viernes? Ni idea. Cerré los
ojos de nuevo y oí por un instante la algarabía
y la canción de Fleetwodmac: Can you hear me calling out your name, you know
that i’m falling etc, etc… Vi el dúo de hippies cincuentones tocándola allá al
frente. Me vi brincando y derramando mi vaso de cerveza Guines sobre los
hombros y las tetas descomunales de esa rubia… un sentimiento ligeramente
parecido a la vergüenza se me metió en el pecho. It’s ok, había dicho ella con
una sonrisa complaciente y hermosa.
Sonó el teléfono de nuevo. Era Calvin. No recuerdo su
apellido. Lo habíamos conocido alguna madrugada; fue el único taxista que sabía
dónde llevarnos a comer a esa hora ¿Qué quieren? ¿ Do you like KFC, guys? Se
oyó como a una promesa del Paraíso…. Hi, Juan, dijo esa mañana con su voz pastosa
y aguda a través de la bocina. Are we ready? Ya bajo, Calvin. Colgué.
Tocaron la puerta. Era José. ¿Usté qué? ¿Va para Robben
Island? El clima era atroz, por lo menos para alguien del trópico: unos cinco
grados. Me habían advertido sobre Robben Island: hay marea alta, no van a dejar
viajar a nadie. Pasé por el restaurante,
desayuné una taza de café con tostadas,
jamón y queso; guardé dos manzanas en mi
mochila. En la recepción del hotel mis demás compañeros de viaje hacían votos
para que escampara. Quihubo ¿Vamos para Robben Island? No. Allí estaba Jack
¿Hablaste con calvin? Sí. Ok, vamos. Nos alcanzó José: ¿Ustedes para dónde es
que van? Cabo de Buena Esperanza. ¿Y allá qué dan de bueno? No dijimos nada. Yo
mejor me voy con ustedes, muchachos…Ok.
Nos subimos
al taxi. Where is your hat, Juan? Dijo Calvin. Ignoro por qué decidí
dejar mi sombrero. I like your hat. Ok… Avanzamos
en medio de la lluvia buscando lentamente el sur. Cerca de dos horas de viaje
nos separaban de nuestro destino. A través de las ventanillas Ciudad del Cabo se
veía pulcra y minuciosamente organizada con su mezcla de arquitectura holandesa
y musulmana. De hecho nunca logré conciliar esa imagen con la reputación de ser una de las ciudades más peligrosas del
mundo.
¿Are we coming to the townships? Preguntó Jack. Calvin nos había
propuesto hacer un recorrido breve por las zonas que durante el Apartheid
habían sido destinadas a los “no-blancos”, los barrios pobres, los townships. Para
allá vamos, respondió el viejo taxista. Recordé
de inmediato la película de Neil
Blomkamp ¿Podemos pasar por el distrito seis? Le pregunté. Esa zona, que
inspiró la historia de Distrito 9, había sido declarada exclusiva para blancos
a mediados de los años 60. En los siguientes quince años más de sesenta mil
personas fueron reubicadas a más de veinticinco kilómetros en los llamados Cape
Flats. Yes, Juan, I can take you there, y
de paso les muestro mi casa, is that ok, guys? Calvin, que llevaba cuarenta
años ganándose la vida como taxista, estuvo entre los primeros en retornar al
distrito 6 en 2004, gracias al empeño del expresidente Mandela. Afuera había
empezado a escampar.
Yeah, it’s ok, Calvin.
Yeah, it’s ok, Calvin.
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