Noventa años del natalicio de don Manuel...
viernes, 26 de abril de 2013
domingo, 14 de abril de 2013
Roa de Andy Baiz
Esperé con mucho entusiasmo esta nueva película de Andy Baiz, de quien hasta ahora hemos visto en las salas Satanás y la Cara oculta, ambos trabajos con un tono muy característico, pero marcados por el rigor técnico en el manejo de la imagen y por la buena factura del guion.
En esta oportunidad la expectativa estaba en que el
argumento se inspira en Juan Roa Sierra, el oscuro asesino de Gaitan. Ese
crimen, como sabe cualquiera en Colombia, es uno de los puntos de mayor
inflexión en nuestra historia, equiparable solo a magnicidios como el de Rafael
Uribe Uribe, en 1914, y al de Luís Carlos Galán, en 1989.
A estas alturas, creo que muy probablemente nos vamos a
quedar sin saber a ciencia cierta qué pasó aquel 9 de abril y cuáles fueron las
verdaderas motivaciones de Roa Sierra; de allí la importancia de que alguien,
en este país de asesinos anónimos, quiera reflexionar sobre la humanidad de uno
especialmente significativo.
Andy Baiz parte de una novela muy celebrada: El asesinato
del siglo, de Miguel Torres; libro que por cierto no he leído. Su intención es
ponerle cara y cuerpo a Roa Sierra. Nos lo muestra como esposo y padre de
familia, como hijo, como hermano y como un desempleado que para entonces, como
sigue ocurriendo hoy, termina perdido en los caminos de la ilegalidad mientras
busca una manera digna de ganarse la vida.
Hay muchas versiones acerca de quién era Roa: un hombre
fascinado con teorías esotéricas, un sicario al servicio de la CIA, un amante
celoso airado por los requiebros de Gaitán a su amada. Baiz pasa rápido sobre
todas esas facetas y nos lo presenta además como una especie de sicópata que
acecha a su víctima, que lo desairó en alguna oportunidad, tejiendo rutas sobre
un mapa, como Erik Lonnrot, el protagonista de La muerte y la brújula. Pero el
Roa que domina la película es el hombre humilde que queda a merced de intereses
políticos mezquinos, como ha ocurrido y sigue ocurriendo con cientos de
personas a lo largo de Colombia. Considero que en ese punto la historia de hace
65 años le habla claro al país de hoy y lo hace recordar tantos otros
magnicidios.
Habría que aplaudir también la minuciosidad con que fue
recreada la Bogotá de finales de los años cuarenta; sin embargo, ese trabajo tan
aplicado tiene es su contra que todo se ve exageradamente pulcro: los carros
sin una partícula de polvo, los vestidos sin una arruga, las calles como
acabadas de lavar… Todo es bonito, y me parece que eso le resta verosimilitud
al conjunto de la obra. Le da un aire demasiado frío y calculado.
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