Alguien le robó el fuego a Ridley Scott
A pesar de todos los años que han pasado no olvido la
emoción enorme que sentí cuando vi por primera vez Aliens, la secuela de Alien,
el Octavo pasajero, dirigida por James Cameron: el sonido de las armas, el
diseño de las naves, la manera precisa como estaba definido cada uno de los
personajes (según estereotipos del género, claro), la historia, que no paraba
de dar sobresaltos… Por supuesto, para entonces no era nada más que un niño y
resulta normal que me sitiera abrumado, pero incluso hoy creo que se trata de
un relato maduro que obviamente explota las reacciones a flor de los
espectadores, como es de esperarse de cualquier superproducción de ese tipo,
pero que alcanza varios niveles de lectura y que merece un lugar muy destacado
en la historia del cine de ciencia ficción e incluso en la historia del cine,
así sin apellidos. La contienda entre la teniente Ripley y la reina Alien
alcanza, creo yo, una intensidad y un dramatismo tal que a ratos parece una
antigua epopeya. Es como el enfrentamiento épico entre dos fuerzas de la
naturaleza.
De manera que cuando se confirmó la noticia de que Ridley
Scott se haría cargo de una precuela de la historia, el entusiasmo y la
ansiedad aparecieron de inmediato. Scott, como sabe todo el mundo, dirigió la
primera parte de la saga y estuvo detrás de otro hito enorme de la ciencia
ficción: Blade runner. Muchos se empeñan en seguir llamándolo un ‘gran director’,
pero creo que más allá de Telma and Louise
sus películas nunca han pasado de ser, en el mejor de los casos, aceptables.
Sin embargo, puesto que fue el creador del universo de Alien, su regreso era, por
lo menos, esperanzador. Mucho más aún si
consideramos que luego de la segunda parte la saga entró un poco en desgracia:
Alien 3 fue un muy buen intento de David Fincher, pero tal vez alejarse tanto
de la estética visual de H.R Giger y del ritmo trepidante que impuso Cameron no
fue del todo una buena decisión… Y Alien: Resurection fue un desacierto total
por una razón extraña: la visión tan personal de su director, Jean Pierre Jeaunet. El tipo sin
duda es una de las personalidades más interesantes del cine actual, pero era
demasiado raro ver en Alien a los mismos personajes de miradas desorbitadas y
sentir la atmósfera onírica de películas como Delicatessen o Amelié. El tono
sencillamente debía ser otro.
El caso es que luego de tanta espera llegó Prometheus, la
historia de cómo la curiosidad humana provocó el surgimiento de esos asesinos
voraces que son los aliens… Se trataba tal vez de la película más esperada del
año luego de The Dark Knigth. La campaña de expectativa fue intensa: afiches
promocionales, spots, un corto en el que se presentaba a David 8, un androide
en la línea de Bishop… y los trailers. Tres. Todos electrizantes.
Y pues… habría que decir que la película no está del todo
mal: se responden dos preguntas que siempre tuvieron a los fans en ascuas y que
fueron motivos de críticas: el origen de los aliens y la identidad de la otra
raza extraterrestre, mencionada en la segunda parte de la saga; eso está bien.
Sin embargo, Ridley Scott, fiel a su
marca como director en las últimas dos décadas avanza en el relato a empujones y apela de manera impenitente a recursos desgastados y predecibles, al punto de acabar con por completo con el
carisma de la historia… Algo que recuerda un poco su pésimo trabajo en Hannibal, la segunda parte
de El silencio de los inocentes…
Por ejemplo: cualquier espectador con cinco dedos de frente
sabe a ciencia cierta cual será el papel que jugará en la trama David, el
androide interpretado por Michael Fassbender. Lo mismo ocurre con el personaje
de Charlize Theron, que probablemente no
le aporta nada al relato, pero desde el principio se revela como un lugar común…
Y la representación de la raza extraterrestre superior, los ‘ingenieros’… una
variación de la apariencia estereotipada del típico marciano. En este punto hay
que recordar que uno de los factores que más fascinación produjo en la saga fue
esa estética poderosa y poco convencional.
En favor de la película habría que decir que, en el contexto
de la cartelera actual, resulta incluso
entretenida. Visualmente además es una delicia que cuenta con Dariusz Wolski,
experto en ambientes lóbregos y bizarros, como director de fotografía… A
Wolski, valga recordarlo, le debemos la fotografía de Piratas del caribe, Sweeney
Todd, Alice in Wonderland, Crimson Tide,
(dirigida por Tony Scott, el hermano de Ridley) y de otra película oscura, The Crow, cuya
atmósfera opresiva es lejanamente semejante a la de Prometheus.
De los actores no hay mucho qué decir, excepto que es un
gusto ver a Noomy Rapace en este otro
registro, bonita y ya lejana a Lisbeth Salander.
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