Tras los colores de la traición
Luego de Let the rigth one in el director sueco nos entrega una película sofisticada y hermosa que les puede resultar difícil a algunos espectadores.
Gary Oldman, brillante como es costumbre, esta acompañado por algunos de las actores ingleses más brillantes de su generación: John Hurt, Colin Firth y Mark Strong. |
Hace unas semanas dejé de resistirme a la tentación y comencé a ver esta largamente esperada película de Thomas Alfredson en Cuevana, pero luego de algunos minutos de esa fotografía hermosa decidí que definitivamente debía seguir esperando para apreciar semejante espectáculo, como debe ser, en una pantalla de cine. Y en efecto, creo que valió la pena.
Hoyte van Hoytema, a quien recordamos
bien por su anterior trabajo con Alfredson en Let Rigth one in y por The fighter
con David O. Russell, es el encargado de la dirección de fotografía. Se trata
de una labor impecable que transmite perfectamente el aura de soledad y
aislamiento que caracteriza a todos los personajes; y lo hace en gran medida
gracias al trabajo en equipo con un personaje que ya nos ha dejado con la boca abierta
en otras ocasiones: la Directora de Arte María Djurkovic, cuya hoja de vida incluye un
joyas como Las Horas y Billy Elliot.
En esta adaptación del libro de Le Carre no vemos nunca un
color vivo (excepto eso sí por el rojo vino tinto que viste Ann, la mujer de
Smiley, la noche en que él la descubre con otro hombre) Todos los decorados
están dominados por tonalidades frías o colores tierra, a pesar de que los
principios de la década de los setentas, época en la que se desarrolla la
película, abundaban en colores estridentes, propios de la psicodelia. En esa decisión
cromática hay una gran sabiduría que va desentrañando lentamente el recorrido
de George Smiley por el laberinto que lo llevará a descubrir al agente doble,
al traidor, al topo que lleva años infiltrado en las altas esferas del servicio
secreto británico.
En Dial M for Murder Hitchcock nos informa lentamente de la
tragedia interior que vive la protagonista, Grace Kelly, por medio de los
colores de sus vestidos. Al principio vemos una mujer esplendorosa que viste
trajes y abrigos de colores intensos: en alguna secuencia inicial, en el apogeo
de su amor, la vemos vestida de rojo intenso, por ejemplo. Pero a medida que avanza
la trama y la traición de su marido empieza a ser evidente, esos colores, casi
sin que nos demos cuenta comienzan a congestionarse con tonalidades ocres cada
vez más opacas.
En El Topo vemos como el gris agente Smiley, derrotado al
principio, viejo, abandonado por su
mujer y despedido de su trabajo, se va convirtiendo en un personaje cada vez
más nítido hasta que en la secuencia final lo vemos triunfal, impecablemente vestido con un traje negro cuyo
tono es tal vez el más intenso en toda la película, lo vemos casi esbelto
delante de una pared naranja sentado en el sitio que antes ocupó Control … Y
como en la película de Hitchcock comprendemos cómo la fotografía y sus colores también
nos habían ido contando la historia en
silencio.
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