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"La tentación de Max Erns", por Leonora Carrington, la gran pintora surrealista fallecida hace unos meses. |
sábado, 27 de agosto de 2011
Lo que va del Surrealismo al Realismo mágico
viernes, 26 de agosto de 2011
30 Libros, Primera parte

Uno libro que me demoré mucho en leer. Los Miserables (1862). Un libro descomuna

Un libro de viajes: El viejo expreso de la Patagonia, de Paul Theroux. Una lectura muy recomendada antes de peregrinar hacia el sur. Me topé con el libro justo cuando me preparaba para viajar a Machu Picchu. Y a falta de

Un libro escrito por un Nóbel: Hambre, de Knut Hamsun (1890). Un soberbio y olvidado relato sobre la miseria y la indiferencia. Escuché a alguien hablar de este librito y no pude resistir el deseo de leerlo de inmediato. Una obra cargada de apreciaciones morales y que parece hablar cada que se escuchan noticias de África.

Un libro muy divertido: ¡Animo, Wilt! de Tom Sharpe (1985). Una especie de Homero Simpson inglés, pero inteligente y agudo. Entrañable. Wilt es padre de cuatrillizas, su mujer no lo deja respirar, es profesor de literatura en un instituto de mala muerte y además de eso debe controlar en la carcel un motín liderado por un oscuro narcotraficante. Se oye absurdo... y lo es. Pero al mismo tiempo es una de las novelas más entretenidas de las últimas décadas. Y tom Shrape es un maestro del humor en un país, como Inglaterra, lleno de humoristas.
Uno libro con una excelente versión cinematográfica.No es país para viejos, de Cormac Macarthy. Ambos lo dejan a uno sin aliento. He visto la película cerca de diez veces: ejerce en mi un poder casi hipnótico. Y cuando por fin me decidí a leer el libro quedé abrumado por la maestría de su autor. Es un libro desolador.

Un libro con una pésima versión cinematográfica: El club Dumas, de Perez Reverte. Uno de los peores momentos de Roman Polanski. El libro de Perez Reverte resulta fluido emocionante. Polanski en cambio se tomó algunas licencias y el resultado fue una película desabrida y totalmente prescindible.
Uno libro que me haya motivado a conocer un sitio. Primer viaje al rededor del mundo, Antonio Pigafetta (siglo XVI) Me contagió el furor por conocer Cabo de Buena Esperanza, uno de los confines del mundo. Conocí el libro cuando apenas iniciaba la universidad y desde entonces me sentí hechizado por sus descripciones y por cómo desentrañaba la manera de Magallanes para bautizar cada sitio a donde llegaba en ese primer viaje épico al rededor del mundo. pero la descripcion de la llegada a Cabo de Buena Esperanza en Sudafrica sencillamente me dejó atónito. Desde niño me sentí intrigado por ese lugar. Y tuve la increíble fortuna de conocerlo en 2010.
jueves, 18 de agosto de 2011
Saluda al Diablo de mi parte
viernes, 12 de agosto de 2011
Midnight in Paris
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Adrien Brody, Owen Wilson, Lea Seydoux, Woody Allen, Rachek McAdams y Michael Sheen |
sábado, 6 de agosto de 2011
Michael Hedges
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La influencia de Michael Hedges es evidente en gutarristas como Eric Roche, Sungha Jung y Ulli Boegerhausen. |
Sus estudios comenzaron en la Universidad de Philips, en Enid Oklahoma, a finales de los años setenta, época durante la cual desarrolló un gusto marcado por músicos experimentales y por la música electrónica, que estudió formalmente desde 1982 en la Universidad de Stanford.
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Hedges interpretando la guitarra arpa |
Cierta noche de 1980, mientras tocaba en un café de Palo Alto, California, Hedeges conoció entre su público al gran guitarrista acústico, creador de Windham Will Records y ganador del Grammy, William Ackerman, quien lo contrató de inmediato para salir de gira con él y para tocar en algunas de sus producciones. Fue el inicio propiamente de su carrera profesional.
Michael Hedges murió en 1997 en un accidente automovilístico. Oracle, su última grabación, gano el Grammy en 1998.
Dos de las composiciones más emblemática de Hedges:
Ritual Dance y Aerial Boundaries.
lunes, 1 de agosto de 2011
Brigth Star, de Jane Campion

jueves, 28 de julio de 2011
Un compositor, tres directores:

Se celebra Este año el centenario del gran músico norteamericano Bernard Herrmann (1911-1975), considerado con sobrada razón el más importante compositor de bandas sonoras de toda la historia del cine. Una suerte de Olimpo en el que Herrmann preside figuras como Ennio Morricone, Jhon Williams, Dani Elfman, Joe Hisaishi y Basil Poledouris, solo por mencionar algunos. Hermann, que desde su adolescencia cuando decubrió el “Tratado de orquestación de Hector Berlioz” supo que su vida sería la música, hubiera preferido que lo recordáramos como un compositor a secas y en un gesto típico de su reconocido mal carácter nos hubiera reprochado la insistencia en relacionarlo con el cine, pero eso que él consideraba un pasatiempo, o acaso un oficio para ganarse la vida, dejó como legado composiciones que acompañan momentos fundamentales de la cultura visual del siglo XX.
A pesar de ser el responsable de la música de varias decenas de películas y de haber trabajado además con personalidades como Francois Truffaut, Brayan de Palma y Nicolas Ray, entre muchos otros, la fama y la influencia del compositor Neoyorkino reside en buena medida en sus colaboraciones con tres grandes directores: Orson Wells, Alfred Hitchkock y Martin Scorsese.
Durante sus años de estudiante en la Universidad de Nueva York, Herrmann se apasionó por Wagner y se relacionó con compositores como Gershwin y Aaron Copland, a quien conoció en el Young Composers Group. Hacia 1933 ya había compuesto obras para la New Chamber Orchestra y en 1934 se encargó de la dirección de la Orquesta Sinfónica de la CBS donde unos años después conoció a Orson Welles con quien colaboró en la musicalización de una de las pruebas más emblemáticas del desmedido poder que pueden alcanzar los medios masivos de comunicación: la adaptación para radio de “la Guerra de los Mundos” de H.G Wells, que generó pánico en cientos de escuchas atónitos en toda Norteamérica debido a su realismo.
Hermann salió tan bien librado que Orson Welles le propuso componer la banda sonora de su ópera prima El Ciudadano Kane. La película, como todos sabemos es tal vez la cinta más importante de la historia del cine, y la música le dio a Hermann de una vez y por todas la reputación que lo acompañaría por el resto de su carrera.
martes, 19 de julio de 2011
El plazo expira al amanecer

El plazo expira al amanecer es un viejo clásico de la novela negra publicado en 1948 en el que el tiempo y la ciudad de Nueva York, vasta y oscura, se imponen como dos villanos atroces conjurados en contra de de Bricky y Quinn, a quienes el azar junta una noche en torno del cadáver abaleado de un desconocido. El par de jóvenes se convierten, sin esperarlo, en unos detectives improvisados pero brillantes que esperan esclarecer el crimen para de esa forma escapar de la ciudad, que los ha sometido y los mantiene confinados en el anonimato, la pobreza y la mediocridad. Las únicas pistas de las que disponen son un botón café y el vago aroma de un perfume femenino. Delante de ellos se extienden las calles hostiles y casi fantasmagóricas. Sobre sus cabezas, en la cumbre del edificio de la Paramount, el reloj marcha implacable recordándoles a cada instante que están a punto de perder el bus que los sacará de ese purgatorio.
En menos de doscientas páginas Irish nos entrega un relato vigoroso, lleno de emoción y de giros inesperados, en el cual se alcanza a profundizar en el carácter y la psicología de los personajes, algo no tan común en la literatura de su género para esas épocas. Al cabo de unos párrafos resulta difícil renunciar a seguir de un solo tirón hasta el final. Y faltando solo un poco para terminar, se siente el irremediable deseo de que la historia no termine para que de esa forma Bricky y Quinn sigan sorprendiéndonos en su carrera por resolver el acertijo y escapar a tiempo.
Toda esa sensibilidad narrativa no es un mero accidente. Notablemente influenciado por Scott Fitzsgerald en susinicios, Irish, nacido en 1903, fue un escritor de muchísimo oficio. Su primera obra, titulada Cover Charge, apareció 1926 y luego, entre la década de los treinta y los cuarenta publicó un puñado de novelas y cerca de cuatrocientos relatos en revistas míticas como Ellery Queen Mistery Magazin y Black Mask, en las que por cierto publicaron deidades del género policiaco como Raymond Chandler y Dashiell Hammett. Esa abundancia fue sin duda fruto de su gran imaginación, pero además estuvo muy impulsada por la escasez luego de la Gran Depresión del veintiocho, que entre otras consecuencias, generó una eclosión de literatura sobre crímenes en esas revistas impresas en papel barato conocidas como pulp. Publicaciones en las que la novela llamada novela policiaca, milimétrica y fría como una partida de ajedrez, de gente como Artur Conan Doyle y Agatha Christie, se transformó en la violenta y urbana novela negra, que retrataba el mundo criminal de grandes ciudades como Chicago y Nueva York. Hoy en día se cuentan veinte volúmenes de cuentos y más de veinte novelas firmadas por Woolrich o cualquiera de sus pseudónimos. Obras en cuyos títulos curiosamente abundan las palabras “negro”, “noche” y “muerte”.
En la década de los cuarenta, la edad dorada de las radionovelas en Norteamérica, innumerables relatos de Irish fueron adaptados para la radio. Hay quien incluso se aventura a decir que es uno de los autores de novelas de suspenso más adaptado al cine. Cerca de treinta adaptaciones. La historia recuerda especialmente La novia vestía de Negro y la Sirena del Misisipi, de Fracois Truffaut; y, sobre todo, La ventana indiscreta, obra maestra de Hitchcock basada en un relato de 1942 titulado It had to be murder.
William irish fue un hombre de una vida promiscua y disoluta. A principios de los años treinta contrajo matrimonio, lo cual no impidió que continuara sus frecuentes y múltiples relaciones homosexuales. Al saberlo, como era de esperarse, su mujer lo abandonó. Él regresó con su madre sobreprotectora luego de cuya muerte se entregó a la depresión y al alcoholismo. Murió de ictericia y con una pierna amputada en 1968. Su vida azarosa, relatada por Francis M. Nevis Jr en First you Dream, then you die, recuerda un poco a la de Horacio Quiroga y en su obra muchos han querido ver ecos de Edgar Allan Poe, tanto como para llamarlo el Poe del siglo XX.
sábado, 16 de julio de 2011
El buen dibujo
