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"La tentación de Max Erns", por Leonora Carrington, la gran pintora surrealista fallecida hace unos meses. |
Para encontrar los orígenes del Realismo Mágico es preciso indagar en el Surrealismo que, como ocurre con otros movimientos espirituales y artísticos, hunde sus raíces en lo más profundo de la cultura occidental y trasciende todas sus formas de expresión. Ya en la Fábula, un género surgido en la tradición oral de Mesopotamia y en las tierras que hoy conocemos como el Oriente Medio, hay trazos de ese carácter onírico y simbólico que tantos siglos después sería explotado por Bretón y sus seguidores. Apuleyo, una de las glorias de la sátira latina, adaptó un poco de ese delirio en el Asno de oro, y DanteAlighieri, en los albores del Renacimiento, lo llevó a lugares insospechados con la Divina Comedia. Para entonces las artes visuales ya habían incursionado a su manera y tal vez sin proponérselo en ese terreno, indefinido aún, de la imaginación: el arte gótico abunda en retablos en los que por efectos de las jerarquías celestiales seres enormes conviven con otros diminutos, creando una realidad extraña y alegórica. En los pórticos y frontispicios de las iglesias y catedrales seres fantásticos de apariencia semihumana se yerguen pretendiendo encarnar con su presencia alguna antigua enseñanza divina. Era una época de supersticiones, de miedos y de incertidumbres que quedó perfectamente retratada en las novelas de caballerías y muy especialmente en Gargantúa y Pantaguel (1532), un vastísimo y absurdo fresco concebido porel francés François Rebeláis, precursor de los novelistas modernos, incluyendo a Miguel de Cervantes. En uno de los capítulos más memorables el gigante Pantagruel, que en una sola cena pude comer más de un millar de ovejas, navega por un mar glacial y antiquísimo tan frío que incluso las palabras se congelan luego de ser pronunciadas y quedan como grajeas suspendidas en el aire; lleno de curiosidad, Pantagruel toma algunas palabras que se derriten con el calor desus manos y al derretirse se escuchan los gritos y las maldiciones de una antigua batalla… Se trata de una imagen digna de Max Ernst, Salvador Dalí o Leonora Carrington.
Después de Rabelais los más connotados herederos de aquella fantasía fueron Cervantes,un verdadero ícono del surrealismo, que inspiró a Salvador Dalí; William Blake, Giuseppe Archimboldo y Hieronymus Bosch, los dos últimos reclamados también como influencias para el expresionismo; y Rudolf Erich Raspe, quien con sus Aventuras del barón de Münchhausen (1785) dio fundamento a una de las obras maestras Terry Gilliam, tal vez el cineasta que mejor encarna el espíritu del surrealismo en nuestros días.
En el siglo diecinueve, con el fragor creciente de la Revolución Industrial, la obra evocadora de los románticos y prerrafaelitas significó una especie de puente tendido sobre la corriente de pensamiento creada por los filósofos enciclopedistas, entre tradición iniciada mucho antes del Medioevo y las reacciones estéticas al imperio de la razón.