domingo, 2 de febrero de 2014

La muerte de Mamatoco (III)

¿Quién mató a Mamatoco?



Tercera entrada dedicada a uno de los crimenes más célebres de la convulsionada vida política colombiana durante la primera mitad del siglo XX.

A principios de 1943, y gracias a las informaciones de los servicios e inteligencia norteamericanos, López Pumarejo denunció ante la prensa, y prohibió mediante decreto, las operaciones en el país de un grupo nazi-falangista integrado entre otros por Silvio Villegas y Guillermo León Valencia, ambos cercanos a Laureano Gómez. Unos meses después Mamatoco apareció apuñaleado en el Parque José Santos Chocano, de Bogotá, y se inicia entonces el contragolpe de los laureanistas.
      
Mamatoco era sencillamente un ex-agente de policía que se había dedicado durante algún tiempo al boxeo y que casi un año antes de su asesinato había comenzado a publicar La Voz del Pueblo, un periódico semanal en el que con la ayuda de Rafael Tamayo (el poeta Tamayo) se refería casi siempre,  según el abogado Pedro Nel Rueda Uribe en su libro El Proceso Mamatoco: "A la escasez e inservibilidad del vestuario, a la pésima alimentación, a las demoras en los pagos, a los bajos sueldos, al no reconocimiento de las primas, a la falta de atención médica, a los despidos injustos, al trato abusivo y discriminatorio con los oficiales y agentes, y a otros muchos motivos de la laya que el escribidor expresaba en notas y artículos reclamatorios en el periódico."

Sin embargo, Mamatoco no carecía de aspiraciones políticas: en 1941  (Lo anotan Silvia Galvis y Alberto Donadío en Colombia Nazi) había participado en un conato de revuelta protagonizada por suboficiales del Ejército en contra del gobierno de Eduardo Santos. Y fueron justamente esas aspiraciones las que avalaron de alguna forma las sospechas de la prensa: según la versión de El Siglo, Mamatoco fue asesinado porque planeaba denunciar en una futura edición de su periódico algunas anomalías en el gobierno de López. Una de las pruebas en que se apoyaban consistía en que los autores materiales del crimen, los agentes Silva, Bohórquez y Cuellar, habían reconocido que la orden de asesinar les había sido impartida por el Mayor Luís Hernández Soler. Uno de ellos declaró además que por accidente había escuchado decir a Hernández Soler en una junta secreta el mismo día del asesinato: ¡Hay que matar...!

El Siglo,  aunque cubrió ampliamente el escándalo hasta que terminó legalmente en 1945,  comprimía todo su veneno en las breves leyendas que aparecían en el extremo superior derecho de su primera página. Un buen ejemplo es la leyenda publicada el 4 de octubre de 1943: "A los asesinos de Mamatoco se los llevó a consumar el crimen asegurándoles que así salvaban el régimen que a su vez los salvaría de las sanciones de la justicia. Los autores materiales no pudieron ser salvados, y el régimen se cae por empeñarse en proteger a los asesinos intelectuales." Pero hasta esos acontecimientos le sirvieron a Gómez para sus ataques, de ello da cuenta el siguiente título:   "Por recordar a Mamatoco la policía castiga a un joven que usa el verbo "Mamatoquear": fue arrestado por policías que argumentaron irrespeto a la ley".

Las sospechas en contra de López se acentuaron mucho más cuando el juez investigador del caso presentó pruebas que implicaban a algunos liberales de alto rango en el gobierno. Fueron arrestados un exsecretario de López,  el jefe de la policía de Bogotá y un exdirector de la Policía. Por último,  el Mayor Hernández Soler confesó haber planeado el asesinato.

El Siglo, en un editorial titulado: ¡Asesinos, asesinos, asesinos! habló de López Pumarejo como el líder de una banda de criminales. Uno días después acusó al Ministro de Gobierno, Alberto Lleras Camargo, de haber bloqueado la investigación. Lleras interpuso entonces una demanda contra Gómez, y cuando éste no respondió, ordenó que lo apresaran por desacato. La reacción de los conservadores fue violenta: manifestaciones tumultuosas secundadas por ataques desde El Siglo: "Laureano Gómez en la cárcel. Los asesinos de Mamatoco en el Palacio Presidencial". Gómez, cuya reclusión solo duró 72 horas, se autoproclamó héroe y desde la cárcel pronunció una frase memorable: "Cuando los asesinos, los ladrones y los mentirosos están en el gobierno, el único lugar para mí en el país es la cárcel."

Pero la actuación de Lleras en particular y del gobierno en general no fue al parecer tan oscura como Gómez y El Siglo lo aseguraban. De ello dan cuenta las palabras del Procurador General dela Nación registradas por Germán Espinosa en su libro sobre el caso Handel  Anatomía de un traidor:   "Debo declarar que en ningún momento ni  el Presidente de la República ni el Ministro de Gobierno me preguntaron sobre el curso del proceso. Yo les solicitaba las facilidades y las garantías que me pedía el funcionario investigador, doctor Castro Monsalvo, y ellos resolvían sin demora mis peticiones". Y el informe de la mayoría sobre el asesinato de Mamatoco,  concluyó: "La conducta del Gobierno en relación con el asesinato del señor Francisco A. Pérez, ha estado en todo momento encaminada a rodear de garantías a la justicia ordinaria, facilitándole todos los medios indispensables para el éxito de su labor y removiendo todo obstáculo que pudiera entorpecerla."

La pregunta ¿Quién mató a Mamatoco? se hizo célebre, sin embargo, según el antilopista y apoderado de la familia del boxeador, Pedro Nel Rueda Uribe: "Contra todas las consejas y querellas que han circulado contra el presidente López Pumarejo para hacerlo aparecer como vinculado al delito, es lo cierto que aparte de las insinuado imprecisas y ladinas de Hernández Soler, en autos no apareció cargo alguno de seriedad siquiera relativa en contra de él”.

La muerte de Mamatoco (I)
La muerte de Mamatoco (II)