domingo, 27 de mayo de 2012

Versiones del Apocalipsis (II)

Una pesadilla espléndida de Brueghel

el triunfo de la muerte

Segunda entrada dedicada al tema del apocalípsis y el concepto de decadencia.

Desde el alba mismo de lo que hoy llamamos civilización podemos encontrarnos con la idea sin duda irónica de la destrucción y el caos como fuentes de la vida y el orden, y con la presencia repetitiva del concepto de decadencia e inminencia del fin. Concepto que tal vez resulte tan recurrente e intemporal en los seres humanos como resultado de la proyección inevitable del ciclo de nuestros  propios cuerpos y nuestras propias vidas en la realidad en la cual participamos.

Casi podría decirse que la historia de la civilización lo es también del concepto de decadencia. Todas las culturas, desde Sumeria hasta el mundo actual, han hablado del fin del mundo y de la corrupción que lo antecede. Se han valido para ello con el arte y la literatura de recursos apabullantes: imágenes siniestras que describen el sufrimiento final.

Una de las épocas más fecundas en aquel tipo de imágenes fue, sin lugar a dudas la Edad Media. Las circunstancias eran perfectas. Para el siglo IV los pueblos bárbaros habían terminado por derribar al colosal imperio romano y entonces Europa se atomizó en decenas de pequeños pueblos brutales que en sus torpes intentos de expansión se perdieron en interminables y sangrientas guerras: en Oriente una nueva religión, el islam, daba lugar a un conflicto que terminaría con esa sucesión de masacres conocidas como las Cruzadas, y la peste diezmaba a la población con sus constantes rebrotes. Tal mortandad y confusión quedó documentada en la obra de escritores como Boccacio y Dante: en la pintura surgió una especie de subgénero profundamente religioso.

 En retablos e ilustraciones aparecieron escenas que representaban a la muerte personificada en esqueletos que invadían los poblados armados de hoces y espadas y masacraban a quien encontraban a su paso. Era el Triunfo de la Muerte (o la Danza de la Muerte), un tema puramente que sin embargo alcanzó su máxima expresión en el Renacimiento con la obra de Peter Brueghel, el viejo. Como el Quijote de Cervantes, El Triunfo de la muerte, pintado por el artista flamenco en 1569 da cuenta de lo que puede ocurrir cuando un genio creativo se ocupa de un tema gastado y tal vez trivial. De cualquier forma, por recurridos que hubiesen parecido los esqueletos, la esencia de lo que representaban continuaba intacta: la conmoción religiosa ocasionada por la Reforma de Lutero en Alemania a principios del siglo XVI se vio muy pronto refrenada por innumerables masacres de católicos y protestantes. De hecho, unos pocos años después de que Brueghel plasmara su obra ocurrió en París la llamada Noche de San Bartolomé, una orgía de sangre en la que los cristianos pasaron a cuchillo a cientos de protestantes y que parece inspirada en la pintura de el viejo Brueghel…


La pintura, un óleo sobre madera de 117 x 172 que reposa en la colección del Museo del prado de Madrid, es una suerte de poema épico lleno de personajes y situaciones conmovedoras: un ejercito de esqueletos brutales se toma un poblado, masacrando a quien encuentran, incluso al rey a quien uno de los esqueletos muestra un reloj de arena mientras otro saquea sus arcas; en el extremo inferior a la derecha un bardo, moribundo en manos de su amada, saca las últimas notas de su laúd. muy cerca de ellos tal vez el personaje más importante y conmovedor: un caballero, como resignado a no desenvainar su espada, contempla la escena con asombro e impotencia.






sábado, 12 de mayo de 2012

A dangerous method

A dangerous method poster



Una película más de Cronemberg, que ahora nos tiene en ascuas esperando Cosmópolis.

Para tratarse de una película de solo hora y media A Dangerous Method resulta bastante fiel a la complejidad del psicoanálisis. Mérito que se le debe sumar al de ser un relato legible y fluido. Las imágenes por momentos parecen visiones de algún paciente en terapia: en algún fotograma vemos al doctor Freud, que trata de resolver la incógnita de la mente humana, parado ante la inquisitiva y solemne estatua de una esfinge, como si fuera un Edipo moderno. En otro, el joven Jung, quien se siente un poco agobiado por su matrimonio, se sueña en la amplitud de un mar esplendoroso navegando confortablemente con su amante en un pequeño velero  que, visto desde arriba semeja unos genitales femeninos. Y a esa amante, una paciente histérica que al parecer no ha superado lo que el psicoanálisis llama la ‘fase anal’ y evidencia una tendencia notable hacia el sadomasoquismo,  Cronnemberg nos la muestra en cierta secuencia retozando feliz y embarrada en un pantanoso charco… 


Sin embargo Cronemberg no es fiel a uno de los aspectos más felices del psicoanálisis: ser entretenido. De hecho algunas de las críticas más feroces a la ciencia de Freud, que en últimas viene siendo el último aporte reconocible de las humanidades al pensamiento científico, es que su fundamento son las ensoñaciones y los desvaríos de su creador, por decirlo así, de una manera resumida… El caso es que, muy a pesar de lo que puedan decir personalidades como Michael Onfray, el psicoanálisis produjo una porción de la mitología y la literatura más fascinante en siglos. No en vano Harold Bloom le concedió a Freud en el Canon Occidental el título de mejor ensayista del siglo XX (pero no cabe duda de que el viejo Bloom hubiera querido premiarlo como autor de ficción)  La Introducción al psicoanálisis, por ejemplo, es un libro carismático que uno termina devorando por su estilo ameno y sencillo y por la infinidad de anécdotas y casos de pacientes que hacen sentir al lector como un voyerista mirando a través de una cerradura. Es un libro, si uno lo piensa bien, muy cercano al Cronemberg de Desayuno al desnudo: absurdo y genial, lleno de colorido y retorcido como la peor pesadilla.





Pero en A Dangerous Method, que sin lugar a dudas es una digna obra se su creador, Cronemberg se pone demasiado ceñudo… No es que uno pretenda que en todas las películas del  director canadiense el piso quede regado de sesos o de miembros cortados… No, solo con unas nalgadas puede bastar. Pero se siente un control excesivo que hace ver al film un poco como un ejercicio académico… 


Sin perder de vista que la película parte de la adaptación de una obra de teatro, que a su vez es la adaptación de un libro, se extraña por ejemplo el poco vuelo que se le da al personaje de Sigmund Freud. La crítica ha aclamado unánimemente a Viggo Mortesen, pero aunque su presencia actoral es importante, el personaje vive más por lo que se dice de él, que por sus apariciones y por el trabajo del actor. De otro lado esta Carl Jung, interpretado por Michael Fassbender. Se trata de un personaje robusto, lleno de contradicciones y complejo cuy a evolución de pensamiento resulta bien retratada en la cinta mediante  el sueño aquel de Europa inundada en sangre. 


Keira Knightly, tan detestable y sobrevalorada siempre, hace un buen trabajo, tachado de exagerado por algunos, pero que sabrá apreciar cualquiera que conozca una clínica de reposo siquiátrico.



sábado, 5 de mayo de 2012

Reseña: El topo de Thomas Alfredson

Tras los colores de la traición

tinker tailor soldier spy







Luego de Let the rigth one in el director sueco nos entrega una película sofisticada y hermosa que les puede resultar difícil a algunos espectadores.


Gary Oldman, tinker tailor soldier spy
Gary Oldman, brillante como es costumbre, esta acompañado por algunos de las actores ingleses más brillantes de su generación: John Hurt, Colin Firth y Mark Strong.













Hace unas semanas dejé de resistirme a la tentación y comencé a ver esta largamente esperada película de Thomas Alfredson en Cuevana, pero luego de algunos minutos de esa fotografía hermosa decidí que definitivamente debía seguir esperando para apreciar semejante espectáculo, como debe ser, en una pantalla de cine. Y en efecto, creo que valió la pena.

Hoyte van Hoytema, a quien recordamos bien por su anterior trabajo con Alfredson en Let Rigth one in y por The fighter con David O. Russell, es el encargado de la dirección de fotografía. Se trata de una labor  impecable  que  transmite perfectamente el aura de soledad y aislamiento que caracteriza a todos los personajes; y lo hace en gran medida gracias al trabajo en equipo con un personaje que ya nos ha dejado con la boca abierta en otras ocasiones: la Directora de Arte María Djurkovic, cuya hoja de vida incluye un joyas como Las Horas y Billy Elliot.

En esta adaptación del libro de Le Carre no vemos nunca un color vivo (excepto eso sí por el rojo vino tinto que viste Ann, la mujer de Smiley, la noche en que él la descubre con otro hombre) Todos los decorados están dominados por tonalidades frías o colores tierra, a pesar de que los principios de la década de los setentas, época en la que se desarrolla la película, abundaban en colores  estridentes, propios de la psicodelia. En esa decisión cromática hay una gran sabiduría que va desentrañando lentamente el recorrido de George Smiley por el laberinto que lo llevará a descubrir al agente doble, al traidor, al topo que lleva años infiltrado en las altas esferas del servicio secreto británico.

En Dial M for Murder Hitchcock nos informa lentamente de la tragedia interior que vive la protagonista, Grace Kelly, por medio de los colores de sus vestidos. Al principio vemos una mujer esplendorosa que viste trajes y abrigos de colores intensos: en alguna secuencia inicial, en el apogeo de su amor, la vemos vestida de rojo intenso, por ejemplo. Pero a medida que avanza la trama y la traición de su marido empieza a ser evidente, esos colores, casi sin que nos demos cuenta comienzan a congestionarse con tonalidades ocres cada vez más opacas.

En El Topo vemos como el gris agente Smiley, derrotado al principio,  viejo, abandonado por su mujer y despedido de su trabajo, se va convirtiendo en un personaje cada vez más nítido hasta que en la secuencia final lo vemos triunfal,  impecablemente vestido con un traje negro cuyo tono es tal vez el más intenso en toda la película, lo vemos casi esbelto delante de una pared naranja sentado en el sitio que antes ocupó Control … Y como en la película de Hitchcock comprendemos cómo la fotografía y sus colores también nos habían ido contando  la historia en silencio.