sábado, 31 de marzo de 2012

Caricatura: B.B King





B.B King
Segunda entrada consecutiva, segunda caricatura, dedicada a la guitarra.
Según una de las historias más conocidas de el viejo Riley.B King, antiguamente conocido como The Beale Street Blues Boy, una noche helada de 1949 mientras tocaba en un oscuro salón de baile de Arkansas dos hombres comenzaron a golpearse inesperadamente. En medio de la pelea los dos tipos echaron por el piso uno de los barriles de queroseno ardiente dispuesto para menguar el frío. El incendió comenzó de inmediato y todo el mundo corrió despavorido. Una vez a salvo, B.B King recordó que adentro había dejado parte de su vida: su hermosa guitarra Gibson ES semiacústica; entonces, sin importarle el riesgo, regresó.... 
El accidente dejó dos personas muertas.Al día siguiente B.B descubrió que aquellos hombres estaban peleando por una mujer llamada Lucille. Y fue así como llamó a su guitarra en adelante...

miércoles, 28 de marzo de 2012

Caricatura: Keith Richards




Keith Richards (Flickr)




La idea cuando inicié este blog hace ya casi un año era escribir también sobre  la guitarra. A estas alturas creo que no lo he hecho más de tres veces… No sé bien qué ha pasado, pero no importa.  Esta entrada, que es más la imagen que el texto, quiere empezar a corregir esa falta.

Como tantas otras personas siento una reverencia ciega y sin duda injustificada por los Rolling Stones, muy especialmente por su guitarrista Keith Richards (también por Ronnie Woods, pero ya llegara el momento de hablar de él). Digo que injustificada porque creo que lejos de la fama que los asiste, los Stones en conjunto son unos músicos corrientes, y tal vez hasta mediocres, aunque llenos de destellos esos sí. El hecho de que se hayan convertido en leyendas hace parte de esa suma de fenómenos con frecuencia absurdos que constituyen la cultura pop.  Y Richards en particular no esta ni siquiera cerca de ser un virtuoso, por lo menos no de la manera tradicional. Pero tal vez en eso radica la fascinación que me produce su estilo. En él hay muy poco de autómatas como Steve Vai, Joe Satriani o Eddie Van Helen, guitarristas obsesionados por impresionar demostrando quién es más rápido. El viejo maestro del riff se toma su tiempo con las cuerdas, lo hace lentamente  y sin pirotecnias, a la manera de Jhon Lee Hooker. Es uno de esos artesanos de la guitarra que se detienen en cada nota, como saboreándola y haciéndole el amor con sabiduría, pero de la manera más lúbrica y obscena.

viernes, 23 de marzo de 2012

Dos películas: Drive, Shame



Drive

La película es algo así como otro homenaje de Nicolas Widing Refn a Charles Bronson...






















Esta es una de esas películas que lo dejan a uno  sin saber qué pensar durante un rato, perplejo. Especialmente por la violencia y la sangre que parece desbordar la pantalla hasta salpicar al espectador. Nicolas Winding Refn, su director, reconoce la influencia en su trabajo del cine de Alejandro Jodorowsky. Incluso dice que lo suyo es un homenaje. En efecto es difícil no ver Drive sin pensar, por ejemplo, en Santa Sangre y en general en esa atmósfera irreal y plagada de símbolos del, llamémoslo así, tarotista chileno; esa atmósfera en la que nunca se tiene certeza de nada. Y es muy probable que la influencia estuviera también en Bronson (2008) y en Valhalla Rising (2009), que es ya propiamente una pesadilla. También es muy evidente en Drive el mundo de Scorsese en Taxi Driver. Y ya ahí se puede poner tanta violencia en contexto.


No solo su trabajo como conductor, también su defensa de los inocentes pone al personaje que interpreta Ryan Gosling tan cerca del Travis Bickle de Scorsese. Un día, como de la nada, aquel taxista veterano de Vietnam se convierte en un ángel vengador y sanguinario. Es una historia que ha terminado por ser común: hace solo unos días, en Francia, a un tipo le dio por matar a balazos a siete personas, entre ellas a tres niños; las razones probablemente solo él las entiende. Algunos de estos justicieros son increíblemente célebres como Anders Brevic y nos despiertan secretas simpatías como Ted Kaczinzky, el Unabomber. Todos ellos son hombres que no soportaron la presión de un mundo devastador que convierte a cualquier ser humano en un cero a la izquierda. Ya mucho del carácter de esos personajes nos lo había adelantado Albert Camus en El extranjero, pero tal vez el antecedente más descorazonador y visceral esta en las Memorias del subsuelo de Dostoievski donde vemos como aquel oscuro funcionario comienza a alimentar su rencor en silencio.

La historia de Drive es más o menos sencilla: un hombre del que no sabemos casi nada trabaja en películas como conductor en secuencias de riesgo, es una especie de doble. Y cada cierto tiempo acepta participar en algún negocio sucio, atracos al parecer. Pero lo único que hace es manejar. Y lo hace con una habilidad pasmosa. Es un tipo rudo y temerario pero parece seguir inquebrantablemente un código de valores. Cómo es típico, el tipo conoce a alguien, una rubia frágil madre de un hijo cuyo padre esta en la cárcel… La defensa de ellos tres lo conducirá finalmente por un camino de muerte y sangre… En plata blanca estamos hablando de cualquiera de los matones melancólicos e inexpresivos interpretados por Charles Bronson al mando de Michael Winner (o de muchos de los múltiples pistoleros de Clint Eastwood) La diferencia principal radica en que Drive no tiene el mote de cine de acción, por el contrario el planeta entero se ha empeñado en verla como una película de autor.

Dos aspectos llamativos. En primer lugar, la hipnótica banda sonora compuesta por Cliff Martínez con un inconfundible aire de los ochentas, llena de sintetizadores. Y en segundo lugar,  la fotografía, que contribuye con la música a darle a la cinta una sensación de extrema frialdad que se mantiene siempre a pesar de la sangre tibia que sale a borbotones.


Ver el Trailer

Shame



Shame es una película magistral como las que lastimosamente no se ven con frecuencia.

Al finalizar la película lo que más me dejó sorprendido fue que Steve McQueen,un director que demuestra tanta maestría y solvencia narrativa,  haya apelado al recurso torpe e inoficioso de mostrar los genitales del protagonista ( o tal vez fue idea de los productores…) El caso es que la película les dedica algún plano  en dos o tres oportunidades. El resultado, como era de esperarse en una opinión pública con la madurez de un adolescente, fue una avalancha de comentarios, incluso en medios presuntamente serios, sobre la, digámosle, extensa virilidad de Michael Fassbender. Pero el trasfondo del film quedó en un segundo plano. A tal punto que, como se ha señalado insistentemente, la película fue ignorada casi por completo en las grandes premiaciones como los Oscar y los Globo de Oro. Igual, y como era de esperarse, a diferencia un buen número de las nominadas, y sobre todo de las premiadas, Shame es un film con los cojones bien puestos (más allá de la dotación de Fassbender).

Creo que no es disparatado comparar esta obra  de McQueen con la adaptación que Mary Harron hizo de American Psycho en la que nos mostraba ese mundo cerrado, asfixiante y claustrofóbico de un asesino en serie. Por supuesto Shame esta de lejos mejor lograda, pero en ella también hay muchísimo del sinsentido y del absurdo que sacian la sed de sangre de Patrick Bateman porque Brandon, el protagonista de la historia adicto al sexo e interpretado por Fassbender, perdido en su soledad y deambulando por los bares y los restaurantes de Nueva York, también trata de encontrarse cada noche en un cuerpo distinto, o trata de huir de sí mismo tal vez.

Resulta curioso que el film haya causado tanta polémica por el contenido sexual porque sin duda una de los factores que mejor revelan a McQueen como un gran director es que muy temprano los encuentros sexuales son presentados con tal frialdad y distancia que es fácil sentir el cansancio y la confusión de Brandon. Los fulgores eróticos, aunque los hay, son mínimos debido tal vez en parte a que la fotografía abunda en tonos fríos y los encuentros terminan por ser bruscos, impersonales y rutinarios. En una de las secuencias finales, durante una orgía llena de planos explícitos, vemos también el rostro de Brandon encontrándose con su mirada en un espejo, una mirada que revela con angustia y  hastío que  el paraíso al que conduce el placer también se puede transformar en un infierno.

Ver el Trailer

Increíblemente Hunguer, la gran primera película de Steve McQueen, esta disponible y completa en youtube aquí

jueves, 15 de marzo de 2012

Dos caricaturas





Samuel Beckett


Beckett










Jorge Luís Borges


Borges






Lentamente he vuelto a mi vieja afición por la caricatura. Creo que el dibujo en general es una de las formas de la felicidad. Es un placer sobrio, pero duradero. La caricatura en particular es además un juego.


Hace poco leí en cierta revista un ensayo en el que su autor, pretenciosamente, decía que  la escritura, y tal vez la lectura, eran las únicas formas verdaderas de hacer silencio y estar consigo mismo… Son muy curiosos, casi infantiles, esos esfuerzos por sacralizar ciertos oficios. Lo recuerdo en todo caso porque es evidente que el tipo nunca intento dibujar o pintar… o componer, diría tal vez un músico (o cocinar… en fin).


Estos dos personajes, además de entrañables, son muy caricaturescos ¿De Borges qué puede decir uno sin redundar…? Me gusta recordar esa anécdota según la cual el tipo, consciente de su magnetismo y del mito en que se estaba convirtiendo, declaró en una entrevista que Borges era una invención de Adorfo Bioy Casares y Alfonso Reyes, que en realidad eran los autores de sus obras, y que él solo era un actor, Aquiles Scattamasha (o algo así), interpretando el papel del escritor ciego. Quería convertirse a sí mismo en una especie de Shakespeare o de Homero.

De Beckett lo único que se me ocurre decir ahora es que quisiera haber visto muchas más veces “Esperando a Godot”.

sábado, 10 de marzo de 2012

5. Grabriel García Márquez


Quinta entrada dedicada a la serie de retratos y/o caricaturas (con dos posters adicionales)
Gabriel García Márquez



cien años de soledad (mediano)


el otoño del patriarca


Esta entrada tiene todo para ser odiosa: se retrata a García Márquez con mariposas amarillas, se celebra su cumpleaños número 85, y se recalca lo detestable del personaje.

García Márquez fue un amor de la adolescencia. Recuerdo el día en que mi padre me regaló Cien años de soledad. De inmediato empecé una lectura frenética que solo terminó dos días después. Era Semana Santa y desde entonces tengo la costumbre de releer cada año, por esa época, algunas páginas de aquel ejemplar, que aún conservo ya destartalado y decrépito. Una vez, en la Plaza central de Villa de Leyva, al lado de la fuente, comencé a leerle un fragmento en voz alta a Camila; al cabo de un rato había un puñado de espontáneos e inesperados oyentes felices.

En la universidad conocí un profesor que idolatraba tanto al libro como al autor. En una oportunidad analizó durante dos horas la conjugación del verbo 'haber' en la primera frase de la novela. Decía cosas como: esta es una obra perfecta ¿pero ustedes sí saben que tiene dieciséis ‘que’ galicados? Todos mis compañeros lo miraban con desdén, casi con desprecio, pero yo me iba a releer el libro para encontrar los ‘que’ galicados por mi cuenta.

Había leído tal vez todo, desde Ojos de perro azul hasta Del Amor y otros Demonios cuando escuchaba a Mario Escobar, en su taller de escritores, decir cosas que me hacían gracia: García Márquez es un hideputa, decía el viejo sin mayores explicaciones, con la misma tranquilidad con la que se autoproclamaba mejor novelista que Milán Kundera. Con el tiempo, y con la tristeza de quien pierde un ídolo, comprendí que por lo menos en lo primero tenía razón. 

Ahora no logro conciliar la imagen del creador de Macondo con la figura pública inalcanzable y siempre reverente con el poder, pero en mi fuero de lector sigo recordándolo con profunda gratitud.

sábado, 3 de marzo de 2012

A propósito de Hugo Cabret

Breve recuerdo de un pionero del cine
James Williamson


Hace más de cien años el lenguaje del cine fue creado por decenas de hombre como George Méliès  y James Williamson, dotados de la intuición y la creatividad de un niño












James Williamson
James Williamson
































































Fuentes:


Historia del cine, Román Gubern

screenonline.org.uk

www.imdb.com



Cada quién sabrá qué pensar de La invención de Hugo Cabret la última y, valga decirlo, ansiosamente esperada película de Martin Scorsese. Yo por mi parte me dormí, y aunque reconozco que la fotografía, el sonido, el vestuario y el uso del 3D son de un altísimo nivel, creo que la verdadera grandeza de un film empieza en su solvencia narrativa. Y en esta oportunidad es allí donde no está del todo bien el gran maestro neoyorkino. Pero en fin, es solo una película… El aspecto que sí hay que agradecerle a Scorsese  es el sentido tributo al cine y el recuerdo (con un rigor prácticamente histórico) de una figura como la de  Georges Méliès, que tanto vuelo le dio  a solo unos años de sus inicios, y curiosamente en medio de una gran crisis, a esa extraordinaria forma de contar historias.

Sin embargo  Méliès  no estuvo solo y aunque sus resultados fueron para entonces más espectaculares que los de cualquiera, hubo pioneros de la cinematografía cuyos desarrollos y creaciones podrían parecer rutinarios y menores a los ojos de un espectador de hoy, acostumbrado a todo tipo de pirotecnias, pero son en realidad verbos fundamentales para este lenguaje. Uno de esos pioneros fue James Wiliamson. Mientras Méliès  explotó tal vez hasta el agotamiento las posibilidades de la puesta en escena teatral, hombres como Williamson se animaron a mover la cámara, a alternar secuencias y a cultivar en sus producciones un realismo tan expresivo que incluso cautivó al gran autor de El viaje a la luna.

El escoces James Williamson fue el principal nombre de la llamada Escuela de Brighton, grupo de cieneastas y fotógrafos cuyos preceptos se adelantaron por décadas a la Nueva ola francesa y al Neorrealismo: prefirieron grabar en escenarios reales, usaron el primer plano y exploraron los diferentes puntos de vista de una acción. A diferencia de Lumier y  Méliès  movían la cámara y hacían un uso expresivo del montaje.

A Williamson lo recordamos en particular por dos cintas que incluyeron cada una una pequeñas pero trascendentale innovaciónes:

A big swallow: el close up y el travelling subjetivo

El travelling fue inventado en 1896 por Alexander Promio, que espontáneamente comenzó a grabar mientras iba en una  góndola en Venecia. El resultado es una película llamada Panorama del Gran Canal visto desde una embarcación (1896). Unos años después, en 1901, Williamson filmó A big swallow, una película de solo un minuto en la que un hombre, molesto por ser grabado, se traga a la cámara y al camarógrafo. Lentamente el espectador ve cómo el tipo se acerca y ve su mirada acercarse también en uno de los primeros momentos del travelling subjetivo. Y entre más se acerca, el espectador aprecia además una imagen emblemática de la historia del cine: el primer plano de la boca de ese hombre. Es el primer close up del que se tenga noticia. A big swallow es también una prematura imagen del surrealismo, tan emblemática como la secuencia del ojo en Un perro andaluz.





Stop Thief!: la primera persecución

Desde The french conection, pasando por Mad Max y El diablo sobre ruedas algunas secuencias memorables en la historia del cine son persecuciones. Se trata de casi un género que requiere de una habilidad técnica notable. Los hermanos Lumiere bosquejaron una persecución en El falso mendigo de 1896. Pero James Williamson es el padre en propiedad de estas secuencias vertiginosas con esta película de algo más de un minuto en la que un mendigo se roba una pierna de cordero y es perseguido por el dueño, un joven carnicero, y sus enfurecidos por perros: